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Mostrando entradas de 2018

La Imaginación

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No somos conscientes de lo que somos capaces de hacer. Nos guiamos por nuestros propios instintos y de forma mecánica. La mayoría del tiempo no nos preguntamos el porqué de las cosas. Simplemente están ahí, en algún rincón de nuestra mente como muchas otras cosas. Conforme ha ido pasando el tiempo me he ido dando cuenta de la importancia de simplemente parar y pensar en qué ocurre entre tantos recuerdos, objetivos y aprendizajes. De nuevo llegó diciembre y todos los años por estas fechas no puedo evitar necesitar eso… parar. Necesito hacerlo porque se precipita un nuevo año, con lo que ello conlleva. El tiempo pasa tan rápido que saltamos de año en año sin darnos cuenta de que todo está cambiando a nuestro alrededor… que nosotros estamos cambiando. Este año ha estado cargado de mucho trabajo y de no parar. He cumplido objetivos que ni siquiera tenía planeado cumplir para este año. Me han surgido nuevas oportunidades y estoy cumpliendo objetivos por los que he estado lucha...

Me falta el aire

Corría con los ojos cerrados, sin importar si se ensuciaba las manos, si el aire despeinaba sus cabellos o el barro manchaba sus zapatos. Sonreía acariciando las espigas de trigo de aquel prado mientras corría, desinhibida, alegre, feliz y completa. La niña más risueña que jamás haya conocido y yo, torpe de mí, intentaba seguirle el ritmo de sus pasos. Ojalá no tuvieras que contemplarte con mi mirada agotada y abatida… Me miras y sonríes, yo intento imitarte, aunque no sé si lo logro hacer bien. Sabes que no puedo seguirte, que me puede la presión y la ansiedad… que el olvido me ha hecho olvidar cómo era dejarse llevar. Corres tan ligera… quiero creer que en algún momento tus pies perderán el contacto del suelo y echarás a volar. Sin embargo aquí estoy yo, trastabillada e insegura, atascada en este cenagal. Pareces danzar, impulsada por esa libertad sobrecogedora que me logra intimidar. Ya no logro recordar cómo era y es solo porque… tengo miedo a fallar. Me supera esta agonía y ...

Almería

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Almería, tierra noble, a tus pies di mis primeros pasos. En tu suelo me hice mis primeras heridas y de tu agua produje mis primeras lágrimas. En tu cielo entoné mis primeras palabras y tu viento propagó mis primeras risas. Tu luz la que ha quemado mi piel y tus gentes las que han marcado mi acento y mi cultura. Almería como sinónimo de embrujo, de arte, de luz y alegría. Almería, reflejo del mar y mi familia. Qué triste no entender que no se trata de política o banderas, que mi orgullo no lo marca la batuta de ningún director de orquesta. Que tu embrujo no ha nublado mi mente por algún extraño sortilegio. Que el sonido de tu mar, el piar de tus pájaros, que la música de tus calles y el viento que me despeina son el anhelo de mi hogar. Que cada uno de mis recuerdos está ligado a algún elemento de tu naturaleza. Que me gusta perderme entre tus calles y tu gente, cerrar los ojos y dejarme llevar por el sonido que desprende este lugar; puente de dos mundos y vestigio de un prominen...

Imagina ser tú

¿Tienes un espejo cerca? Cógelo y mírate en él. ¿Qué ves? Tu respuesta puede decir mucho de ti y de cómo te ves a ti mismo/a. Porque muchas veces, cuando observamos nuestro reflejo, no estamos mirando realmente lo que este nos devuelve; en realidad estamos viendo lo que nosotros queremos ver en él o lo que otros nos hacen ver en nosotros mismos. Este texto no pretende ser una especie de entrada de autoayuda, ¿sabes por qué? Normalmente ese tipo de textos solo intentan esconder la basura debajo del sofá. Pero por mucho que la escondas, la basura sigue estando ahí. Tenemos que saber ver nuestros defectos, entender que están ahí, verlos claramente y no enmascararlos con nada. Y cuando somos capaces de verlos y aceptar que están ahí, es cuando realmente aprendemos a aceptarnos tal y como somos. Porque sí, es genial ser como somos. Hemos nacido así y no nos tienen que hacer sentir mal por serlo si no le estamos haciendo daño a nadie. No hemos elegido ser de esta manera… o quizás sí. ¿S...

¡Cinco años junto a vosotros/as!

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A veces siento que la vida es como un sueño. Un sueño donde yo soy la protagonista y el resto de personas, que conforman mi vida, los personajes secundarios. Que yo misma soy la que va tejiendo los acontecimientos de mi vida y que mi imaginación es el todo que le da sentido a esta ensoñación que estoy viviendo. Y que en el momento en el que esta historia toque a su fin, será el día en que despierte … para recordar cada paso que he dado, cada risa que he compartido y cada lágrima que he derramado. Que pensaré en todo mi trayecto, quedándome no solo con los recuerdos sino, con lo más importante, mis sentimientos. Al final todo este show va de eso… de lo que sentimos aquí y ahora. Es lo que nos hace especiales y lo que le da sentido a todo esto que vivimos y sufrimos. Sentir es lo que le otorga un mínimo de coherencia a nuestra existencia y no puedo, ni quiero, dejar de hacerlo… hasta que un día, finalmente, toque el momento de despertar. Escribir me lo ha enseñado. ¿Por q...

“La música no son fuegos artificiales”

Hay algún punto indefinido, por debajo del diafragma, que a veces me quema. En ocasiones tanto que parece que va a prender en algún momento y me hará arder completamente. Es difícil explicarlo con palabras porque es extraño sentirlo ahí, tan adentro, cuando simplemente somos seres hechos de carbono. Pero por extraño que parezca ese lugar existe; aunque yo solo pueda sentirlo y no verlo. Ja, sentir… El haber descubierto que existe ese sitio en alguna parte de mí, logra hacerme pensar si otras personas también son capaces de sentirlo y localizarlo. Aunque claro, en mi caso ese punto solo surge cada vez que escribo y eso me ha hecho replantearme la pregunta, ¿todos los escritores del mundo sienten lo mismo que yo cuando junto palabras? Sinceramente no sé si sienten esa sensación de fuego por dentro y necesitan expresarlo por temor a que acabe por consumirlos. De hecho me siento ridícula escribiendo esto, porque siempre tengo la sensación de que el resto de personas no van a entender ...

Bailaré hasta el amanecer

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Miradas que juzgan cada acción y movimiento. Antes me intimidaban, pero ahora las esquivo. Bailando entre ellas, fundiéndome con el viento. He hallado un lugar donde estas no pueden alcanzarme. Solo pude alcanzarlo saltando obstáculos. Al principio eran pequeñas piedras en mi camino. Creía que no podría esquivarlas, pero jugaba inocentemente con ellas porque era una niña que aspiraba a que su yo adulto la mirara con orgullo. Correteaba a través de aquellas piedras que día tras día eran más grandes y pesadas. Pero ella reía y seguía divirtiéndose en su inocente juego. Aunque pronto entendió que allí solo podía jugar ella, porque en aquel lugar nadie podía alcanzarla. Cuanta cabezonería e inseguridad… Y cabezona ella seguía jugando porque en el fondo quería saber hasta dónde podía llegar. Se estaba conociendo y cuanto mayor era su conocimiento, más gráciles eran sus movimientos. Sin embargo, entre tanto juego egoísta e infantil, poco a poco, comenzó a percibir que había otras...

Volar

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Surcar el cielo con los ojos cerrados. Sentir el frío abrasador sobre mi piel; apenas cubierta por una fina tela. Cruzar océanos, sobrevolando su cristalina superficie, notando el sutil chisporroteo del agua sobre mi cara. Mi cuerpo fluyendo sin ataduras y con gracilidad, carente de la pesada gravedad que martiriza a mis enjutos hombros. Bailar con las nubes, sin tener miedo a cansarme. Oír rugir el viento incitándome a seguirle el juego, a dejarme llevar y hacer temblar mi voz con un inaudible lamento.  Noto que mi cuerpo se contrae por el éxtasis que la libertad me provoca, al no sentir las ataduras de la nada. No hay tierra donde tropezar, rocas que rasguen mi ropa, barro que manche mis manos... No hay gente, no hay gritos, no hay malos gestos, no hay voces, no hay miedos, no hay nombres, no hay apariencias y engaños. Solo mi cuerpo flotando y mi mente en blanco. Solo yo, conmigo misma. Sintiéndome, por primera vez, sin un tupido velo lleno de marañas oscuras y opacas...

Soy sentimiento

Soy débil. Sí, así me he sentido muchas veces en mi vida y cuando lo sentía miraba hacia el suelo reprochándome mi vulnerabilidad. Creo, además, que si eres una mujer este sentimiento se agudiza. “Lloras como una chica” . Ese menosprecio al llanto ha logrado que las mujeres nos reprimamos, ocultando nuestras emociones por miedo a ser juzgadas por ello. Llorar, sentir, emocionarte y mostrar tus más profundos miedos es supuestamente un signo de debilidad. La sociedad lo rechaza y no sabemos reaccionar si alguien se derrumba ante nuestros ojos. Con estas premisas no es de extrañar que en muchas ocasiones me haya sentido una “debilucha”. Porque soy de lágrima fácil y durante mi infancia se hizo duro a veces serlo. Quería ser invulnerable, como una heroína, pero llegada la hora de la verdad no podía contener las lágrimas. Hasta que un día comprendí de verdad lo que significaba llorar. Durante un momento de mi vida, uno de los más duros que he sufrido hasta la fecha, no podía llorar...