Bailaré hasta el amanecer


Miradas que juzgan cada acción y movimiento. Antes me intimidaban, pero ahora las esquivo. Bailando entre ellas, fundiéndome con el viento. He hallado un lugar donde estas no pueden alcanzarme. Solo pude alcanzarlo saltando obstáculos. Al principio eran pequeñas piedras en mi camino. Creía que no podría esquivarlas, pero jugaba inocentemente con ellas porque era una niña que aspiraba a que su yo adulto la mirara con orgullo. Correteaba a través de aquellas piedras que día tras día eran más grandes y pesadas. Pero ella reía y seguía divirtiéndose en su inocente juego.

Aunque pronto entendió que allí solo podía jugar ella, porque en aquel lugar nadie podía alcanzarla. Cuanta cabezonería e inseguridad… Y cabezona ella seguía jugando porque en el fondo quería saber hasta dónde podía llegar. Se estaba conociendo y cuanto mayor era su conocimiento, más gráciles eran sus movimientos.

Sin embargo, entre tanto juego egoísta e infantil, poco a poco, comenzó a percibir que había otras figuras, que a diferencia de ella, permanecían paradas: asustadas, desaliñadas, temblorosas y extrañas. Quería ayudarlas, pero le costó entender que no podían verla. Quizás en el fondo eran tan solo las figuras uniformes de un sueño. Aquellas que le daban sentido a sus inventivos juegos. Pero si aquello era tan solo un sueño, estaba dispuesta a bailarlo hasta el amanecer.

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