Representación de la figura femenina en diversos medios – Segunda parte


Desde este enlace podréis leer la primera parte de esta sección.


En 2016 os hablé de algunos de los personajes femeninos que más me habían marcado a lo largo de mi vida. Hoy os traigo esta continuación, completando así esta sección, con un compendio de personajes femeninos bastante variado e interesante.


Débil, frágil, vulnerable, llorona, sensible, enamoradiza, la damisela en apuros, el trofeo del protagonista, el reclamo para el público masculino, el personaje masculino camuflado como personaje femenino… Son muchos los clichés que han ido arrastrando los personajes femeninos a lo largo del tiempo. Durante mi infancia esta manera de representar a las mujeres, en diferentes medios, me creó un rechazo hacia ellos. Yo no quería ser la recompensa… quería ser la heroína y todos esos personajes que veía en la pantalla del televisor no lo eran.

Así es como nos ha querido retratar la sociedad a lo largo de la historia. Hacernos ver más débiles de lo que somos porque… ¿lo somos? Las mujeres, aquellas que trabajaban en el campo, segaban, trillaban y ayudaban al hombre en las tareas de la tierra para volver a casa a parir, cuidar de los niños, fregar, satisfacer a su marido sexualmente y tenerle la cena calentita encima de la mesa, ¿creéis que eran débiles? Esto lo hacían todos los días y sin descanso, ni tregua… Sumisas, recatadas, asumiendo su papel de ser las “secundonas”, pese a que el peso de la familia y de la casa lo llevaban ellas. Las mujeres nunca han sido débiles, todo lo contrario. Tenían la suficiente fortaleza de tirar para adelante siendo casi esclavas y sin tener privilegios de ningún tipo. La vida de una mujer era parir en unas condiciones nefastas y luchar por mantener la subsistencia de sus hijos y su inconformista marido… Esa era la realidad de nuestras abuelas, no hace tantos años. Y sin embargo, pese a todo, las débiles y vulnerables somos nosotras. Pero claro nos lo han repetido tantas veces que nos lo hemos acabado creyendo.

Pero por suerte, en los últimos años, los movimientos feministas y la lucha continua por conseguir denunciar los micromachismos que hoy en día, pese a los progresos, debemos aún de aguantar las mujeres, han conseguido que cada vez haya más personajes femeninos humanos y creíbles. Para mi gran satisfacción, cada vez es más fácil esbozar una sonrisa al ver cómo en la gran pantalla o a través de un libro puedo ver o leer, por encima de todo, a un personaje bien construido y escrito. En este humilde recopilatorio recogeré los personajes que a mí más me han marcado desde mi más temprana infancia hasta la actualidad. Así que, sin más dilación, conozcamos un poquito mejor a estas grandes mujeres de nuestra ficción:

Arya Stark, Sansa Stark y Cersei Lannister – Juego de Tronos


La saga literaria de fantasía, Juego de Tronos, es conocida por sus inesperados e impactantes giros de guión. Su variado y amplísimo elenco de personajes goza de multitud de matices que los hacen ser personajes sumamente complejos. Durante el transcurso de la historia y los acontecimientos, los personajes van madurando y cambiando según lo que les va sucediendo; creando una historia muy compleja y rica a todos los niveles. Da igual la procedencia, el género, la sexualidad o la raza de cualquiera de ellos… todos, sin excepción, están escritos magistralmente.

En el caso de los personajes femeninos la variedad y complejidad de muchos de ellos hace que sea difícil quedarse solo con un par, pues todos son dignos de analizar. Pero en mi caso he querido destacar a tres de ellos.

Arya Stark quizás fue el primer personaje femenino en llamar mi atención, principalmente porque en muchos sentidos me identifiqué con ella. Arya nació en una casa noble en una remota y fría Invernalia, en un mundo donde las mujeres estaban destinadas a casarse con un buen señor y ser dama de algún reino. Pero desde pequeña Arya rechazó por completo tal destino. Arya prefería vestir con indumentaria más “típica” para un chico, era buena con el arco y le gustaba jugar con espadas. Rechazaba la idea de casarse y ser una dama, al contrario de lo que sucediera con su hermana Sansa Stark, la cual su mayor deseo era el de desposarse con algún apuesto príncipe y ser su reina. Las claras diferencias entre las dos hermanas Stark, las hace tener una fuerte enemistad nada más comenzar la historia. Pero los caminos de ambas se separan catastróficamente y los sueños de ambas chicas se ven frustrados a muy tierna edad.

La evolución de ambos personajes es magnífica a todos los niveles. En el caso de Arya consigue cumplir su sueño de ser una guerrera, pero no del modo que ella se imaginaba. Su entrenamiento y formación son una tortura que la hace tener que desprenderse de quién ha sido para convertirse en una fría asesina. Al final no consigue dejar de ser ella misma, pero sí pierde gran parte de lo que un día fue para convertirse en lo que siempre quiso ser.

En el caso de Sansa quizás el cambio es más notorio, pues la idea de casarse y ser una respetada reina acaba convirtiéndose en su peor pesadilla. Sansa es algo así como una niña que desea que los cuentos de hadas, que tantas veces le contaban de pequeña, se hagan realidad. Pero la ficción es muy distinta a la realidad y a lo largo de su vida solo se encuentra con hombres que la torturan, utilizan, manipulan y hieren. Esto hace que Sansa madure a marchas forzadas y se convierta en una mujer extremadamente fría y desconfiada. Pero sus continuos tropiezos con gente que ha intentado hacerle tanto daño consiguen que, al final, ella aprenda paulatinamente a convertirse en una poderosa y peligrosa estratega, que no dejará que nadie más vuelva a pisarla.

Pese al diferente enfoque de ambos personajes, cabe destacar la forma en la que ambas acaban adaptándose a su entorno y consiguiendo encontrar su camino a base de sufrir incontables desgracias. Son débiles y sufren, no son invencibles y son maltratadas y humilladas continuamente, pero ambas son capaces de superar los obstáculos y seguir adelante; encontrándose a ellas mismas por el camino. Independientemente de que sean mujeres o no, el desarrollo y construcción de ambos personajes pertenece al de dos personas que deben luchar por seguir sobreviviendo. Y ambas a su manera logran hacerlo.

Cersei Lannister también es otra superviviente… Es un personaje cuyo viaje a lo largo de la saga tampoco es sencillo pero, en este caso, muchas veces las propias piedras del camino las ha ido poniendo ella misma. Cersei, a diferencia de Arya y Sansa, es un antihéroe. Un personaje mezquino y retorcido que solo mira por ella misma, sin importarle lo más mínimo lo que deba arrasar a su paso con tal de conseguir que sus objetivos se cumplan.

Es el narcisismo hecho personaje y me encanta que exista un personaje así. La mayoría de la gente cree que un buen personaje femenino es aquel que no se muestra vulnerable. Cersei es vulnerable y sumamente volátil, pero por encima de todo es mala persona y también existen mujeres así. Lo grandioso además de este personaje es que Cersei es madre, pero una madre que antepone sus deseos ante los de sus propios hijos ─ aunque ella crea que lo hace por el bien de ellos ─. No es diferente a una madre normal, pues ella desea lo mejor para ellos y tiene un fuerte instinto maternal. Lo que ella no sabe es que su forma de protegerlos no es la correcta… Básicamente porque ella no es capaz de protegerse ni a sí misma de su maquiavélico egoísmo.

Eleven – Stranger Things

Cuando conocemos a Eleven vemos a una niña vacía, como un libro en blanco. No ha tenido infancia y ha estado recluida desde que era un bebé en un laboratorio. Por no tener, no tiene ni nombre… Es tan solo un número en un mezquino experimento, ya que Eleven no es una niña normal. Eleven posee la capacidad de mover objetos con la mente y es gracias a esta extraordinaria habilidad por lo que nunca ha podido tener una vida normal.

La han utilizado a tal nivel que cuando empieza a relacionarse con niños de su edad no entiende qué es la amistad o el amor, además de estar desprovista de cualquier habilidad social. Lo interesante de este personaje es la forma tan magistral en la que, poco a poco, la chica va adquiriendo su propia identidad. Pues incluso tras salir del laboratorio su vida sigue corriendo un grave peligro y la sobreprotección de sus principales allegados no hace más que despertar un fuerte deseo de rebeldía por parte de la pequeña, que simplemente quiere divertirse y aprender de todo lo que la rodea.

Lo interesante de Eleven es que es la verdadera protagonista de la historia. No solo gran parte del argumento gira en torno a ella sino que ella misma es el único personaje capaz de salvar al resto de protagonistas de la historia, de los peligros que amenazan al pequeño pueblo de Hawkins. La coletilla de «peleas como una chica» ha cobrado más sentido que nunca gracias a la pequeña, valiente y rebelde Eleven.

Elena Fisher y Chloe Frazer – Uncharted


Como comenté en la parte anterior, Lara Croft siempre ha sido mi referente como personaje femenino en el mundo de los videojuegos. Pero la personalidad y fuerza de Lara eran una caricatura de los personajes de las películas de acción de los años ochenta y noventa, con la salvedad de que para variar lo protagonizaba una chica y no un chico. Existen mujeres, en la vida real, así de fuertes y capaces de hacer auténticas virguerías con su cuerpo y fuerza, pero Lara no era una chica que fácilmente te puedas encontrar por la calle. No era una chica normal y eso es lo que siempre me ha encantado del personaje.

Sin embargo, también echaba de menos el poder encontrarme con algún personaje más realista en este medio. La primera vez que vi un personaje femenino verdaderamente creíble y real en un videojuego fue gracias a Elena Fisher. Me encantó desde el primer momento en el que lo vi. Elena era una chica normal, su cuerpo y proporciones eran los de una mujer cualquiera y además es simplemente una reportera intentando buscarse la vida. En el primer juego su contraparte masculina, Nathan Drake, le toma el pelo y la deja tirada tratándola como si fuese una pardilla más. Pero Elena no es ninguna pardilla… tiene claro que va a conseguir lo que se propone, cueste lo que cueste, al igual que hace el verdadero protagonista que es Nathan Drake. Quizás de ahí surge la atracción entre ambos personajes: los dos no se rinden, son cabezones y tienen muy claro cuales son sus objetivos. Es en esa temeridad y confianza donde reside el encanto de un personaje femenino que marcó también un antes y un después a la hora de representar a las mujeres en este medio. No es casual que quien lo escribiera fuese precisamente una mujer (Amy Henning).

De la mente de Amy Henning surgió también Chloe Frazer, una chica de procedencia india mucho más similar aún si cabe al protagonista Nathan Drake. A diferencia de Elena, Chloe es también una cazarrecompensas y sabe perfectamente lo qué se mueve en este mundillo. Es una tía implacable y hasta cierto punto egoísta, no duda en jugársela durante incontables ocasiones a su compañero y amante Nathan Drake. Es un personaje que se acerca más al típico cliché de femme fatal que podemos encontrar en pelis como James Bond, pero el personaje cuenta con un encanto especial. Es deslenguada y desinhibida, muy segura de lo que hace y se siente orgullosa de sus encantos. No es una mujer que dude de sí misma y sus habilidades, lo cual la hace ser sumamente carismática. Amy logró crear un personaje femenino a la altura de Nathan Drake, con su propio encanto y difícil de encontrar porque, seamos honestos, ¿cuántas mujeres de procedencia india, de este calibre, habéis vistos en medios como el cine, la literatura o los propios videojuegos? Ninguna, me temo.

Pese a sus diferencias, Elena y Chloe son dos personajes complejos y carismáticos. No adolecen de la típica sexualización a la que nos tiene acostumbrada la industria del videojuego, a la hora de representar a sus personajes femeninos. Además, lo que les hace ser personajes con tanto encanto es que cuentan con tanta multitud de virtudes como de imperfecciones, haciéndolas ser, simplemente, dos personas normales introducidas en un mundo ficticio de acción, aventura y arqueología.


Robin Ellacot – Saga del detective Cormoran Strike

De nuevo un personaje escrito por JK Rowling. En este caso muy desconocido, probablemente, para la mayoría de los que me estáis leyendo… Pues no pertenece a la saga Harry Potter sino a su saga de novela negra, protagonizada por el detective Cormoran Strike. Robin Ellacot y Comoran Strike son, algo así, como los Sherlock y Watson del siglo XXI. Robin es una chica normal y corriente en busca de trabajo, hasta que un día tiene la oportunidad de trabajar como secretaria en el despacho del detective privado Cormoran Strike. Lo que en un principio iba a se un trabajo temporal para Robin, se acaba revelando como la oportunidad de poder cumplir el sueño frustrado de toda su vida: trabajar como criminóloga.

Lo que le sucede a este personaje es un fiel reflejo de muchos de los problemas con los que nos tenemos que enfrentar diariamente las mujeres. Robin es una chica que no ha tenido una vida fácil, tuvo que dejar la carrera de psicología y, aunque está felizmente prometida, en seguida nos damos cuenta de que su relación hace aguas por todos lados. Conforme avanza la trama vamos descubriendo quién es Robin y qué es lo que realmente le motiva. Para ella Cormoran es su ejemplo a seguir, un hombre al que admira y hasta cierto punto idolatra por sus habilidades como detective. Se ve reflejada porque él es lo que ella podría haber llegado a ser. Nadie sabe que su verdadera motivación siempre ha sido la criminología y que, de hecho, cuenta con numerosas habilidades que la hacen ser, como poco a poco va descubriendo Cormoran, en una importante y valiosa aliada.

Robin es intrépida y hasta cierto punto un tanto temeraria; no es una persona dispuesta a ceder terreno si algo se interpone entre ella y su objetivo. Sin embargo, su prometido, su familia y hasta el propio Cormoran no paran de infravalorarla simplemente porque «ese trabajo es demasiado peligroso para una mujer». En la relación que tiene con Cormoran y su marido podemos comprobar como ambos, a su manera, son sumamente paternalistas con ella. No la escuchan porque están demasiado metidos en su papel de abnegados protectores, lo cual a ella le supone sentir una creciente inseguridad ante sus habilidades y aptitudes para ese trabajo. Ella tiene claro lo que quiere, pero hasta su prometido no la apoya y encima cuestiona todo el rato las continuas decisiones que ella toma – incluso cuando Robin decide quedarse a trabajar con Cormoran, le echa en cara permanentemente que trabaje en un lugar tan peligroso y con un sueldo tan bajo, cuando podría estar trabajando por mayor dinero y más cómodamente en otro sitio –. Para su prometido lo importante no es lo que quiera Robin sino, en el fondo, no sentirse rebajado o inferior ante la repentina admiración de Robin por su nuevo jefe.

Lo interesante de la relación entre Robin y su prometido es que se desarrolla en un entorno desgraciadamente aún demasiado cotidiano, donde él gana más y se siente con el control de la situación en la relación. Las actitudes y desplantes que tiene él en torno a Robin no es algo premeditado por parte de él, son actitudes, muy comunes por otra parte, que se suelen producir diariamente entre cualquier pareja heterosexual sin que ambas partes sean conscientes del rol, que sin querer, están asumiendo en la relación. 

Si la evolución de Robin es tan increíble es por cómo se va dando cuenta de este tipo de actitudes por parte de los dos hombres más importantes de su vida y cómo, poco a poco, les va plantando cara para, finalmente, acabar haciendo lo que a ella realmente le motiva y la hace ser feliz. Es una buena representación, sutil y metódica, de cómo los micromachismos están ahí, continuamente, y todos, aunque nos creamos muy abiertos de mente y alejados de los estereotipos y cánones que crea la sociedad, podemos acabar cometiendo también. Es la historia de una mujer cualquiera que al final no se rinde de ser ella misma.

Chloe Price – Life is Strange



Perder a un ser querido no es fácil y más aún cuando todavía eres una adolescente. Una de las cosas más difíciles de asumir a esa edad son los cambios. Por eso se hace tan cuesta arriba todo, porque nosotros mismos estamos cambiando y no somos capaces de entender aún quiénes somos y qué hacemos aquí. El personaje de Chloe Price a primera vista puede resultar algo molesto y repelente. Es una chica rebelde, punk y con cierto aire “macarra” … Las personas que no se adaptan y son hasta cierto punto anárquicas, caen mal. Y quizás por ese motivo me he encontrado con personas a las que este personaje, de primeras, no les caía demasiado bien.

Pero Chloe no es así por naturaleza… Quizás, en su interior, esa rebeldía y ganas de romper con las normas sea innata. Pero su forma de actuar y de comportarse, durante el primer Life is Strange, está justificada por las circunstancias que le ha tocado vivir. No es alguien rebelde porque sí, sino que su vida la ha hecho ser así y su forma de comportarse es tan solo un escudo para intentar protegerse a sí misma, ante la continua sensación de rechazo que ha sentido con todo el mundo. Su mejor amiga la abandonó, su padre murió en un accidente y su madre está rehaciendo su vida con otro hombre. Aunque el mayor varapalo de todos surge cuando su nuevo apoyo, su amiga Reichel, acaba también desapareciendo y abandonándola a su paso. Lo que siente Chloe no es rebeldía… es tristeza, decepción y soledad. Se siente sola ante un mundo que no para de decirle que ella no merece la pena… que merece estar sola.

No es difícil empatizar y encariñarse con un personaje así. Pese a su fachada, en el fondo, es alguien incapaz de asumir los cambios y de aceptar la pérdida. Para una niña que esté en esa edad, y se pueda sentir hasta cierto punto incomprendida o sola, es fácil que un personaje como Chloe Price le pueda llegar a enamorar. Porque pese a esa sensación de abandono que siente, Chloe sigue encontrando el motor para seguir hacia delante y eso solo es capaz de hacerlo la gente que realmente es valiente. Todos somos, a nuestra manera, un poco Chloe Price.

Casca – Berserk

Berserk es un manga japonés de fantasía medieval. Es muy raro ver este género reflejado en un “comic”, especialmente japonés. La obra es de una crudeza tremenda y está enfocada para un público meramente masculino. Esto quiere decir que no es difícil encontrar desnudos integrales por parte, especialmente, de las féminas de la historia o escenas de sexo también completamente explícitas, además de cantidades bastante importantes de violencia. Violencia y sexo en cantidades industriales, vamos, para que me entendáis. 

Sin embargo, esta historia me llamó la atención porque, pese a su crudeza y tono, cuenta con uno de los personajes masculinos más complejos y mejor escritos que he tenido el placer de leer. Pero, como es obvio, en esta ocasión quiero hablar del personaje femenino más importante de la saga: Casca.

Casca, como ocurre con el resto de los personajes, al principio de la historia, es una mujer abandonada a su suerte. Vendida por su propia familia a un señor adinerado, que intenta abusar de ella, se encuentra con un chico, Griffith, que la rescata de su captor y le da un motivo para vivir. A partir de ese momento Griffith se convierte en algo así como su referente, un hombre al que idealiza tanto que estaría dispuesta a sacrificar su propia vida para protegerlo. Y eso hace durante muchos años, entrenarse, para convertirse en la guerrera que él necesita en la Banda del Halcón ─ la banda de mercenarios que Griffith lidera ─. Hasta que Guts, el protagonista de la historia, aparece y se une a la Banda del Halcón, arrebatándole a su paso la razón de ser a Casca. Ella ya no es el eslabón clave que Griffith necesita para liderar y ganar cada batalla, ahora ese papel lo tiene un hombre… lo tiene Guts.

Al inicio de la historia podría parecer que los continuos roces y enfrentamientos entre Guts y Casca son una excusa, que usa el autor, para hacer lo de siempre: que la única chica de la historia se enamore del protagonista… Pero esta historia no va de eso y el verdadero problema de Casca es que ha tenido que crecer rodeada de hombres. Ha pasado años luchando por abrirse un hueco en la banda, siendo la única chica, y además logrando convertirse en la líder, capitana y mano derecha de su salvador Griffith. Casca ha sacrificado su feminidad, su cuerpo y a ella misma para que otra persona alcance sus sueños. No obstante, cuando Guts aparece, acaba entendiendo que en realidad ella nunca ha tenido un objetivo en la vida. Solo ha sido una herramienta o "la espada" de alguien que ni siquiera la valora como debería, pues a Griffith no le importa otra cosa que no sea alcanzar sus sueños.

Casca es una perfecta representación de cómo las mujeres debemos de, en multitud de ocasiones, hacer el triple de esfuerzo que los hombres para obtener reconocimiento en nuestro trabajo y, aun así, nos seguirán mirando de forma inferior por el simple hecho de ser mujer. También es un claro reflejo de cómo las mujeres muchas veces, erróneamente, enfocamos nuestros esfuerzos en torno a los deseos y añoranzas de los hombres. No es diferente a lo que le ocurre a Robin, en la saga de Cormoran Strike, como he comentado anteriormente… Tanto su prometido como Cormoran desean tener el control sobre las decisiones que tome Robin, sin tener en cuenta los deseos de ella. En el caso de Griffith y Casca ocurre un poco lo mismo… Aunque hay que remarcar que Griffith no solo controla la vida de Casca, también controla la del resto de integrantes de la banda... incluido el protagonista.

Guts comete el mismo error que Casca y el resto de la Banda del Halcón, idealizar a Griffith y seguirlo sin pararse a pensar en sus propios deseos. Al final se da cuenta de que no sabe lo que quiere y por ese motivo decide marcharse de la Banda del Halcón. Tras su marcha, Casca parece rendida a seguir siendo fiel a Griffith, pero la actitud de Guts le genera la duda de si lo que está haciendo es lo correcto o debería hacer como Guts y encontrar su propio camino. Este punto me parece clave en la relación que mantendrán ambos personajes, pues en el fondo Guts no intenta controlarla… Desea que ella también encuentre su propio camino, aunque ello suponga dejarla atrás.

Como le afirma a Gutsella no eligió ser mujer. Pero ser mujer no la frenó para ser más fuerte, valiente y competitiva que el resto de sus camaradas varones. La lástima es que nunca logra encontrar qué es lo que realmente desea hacer, pues la historia se torna sumamente injusta y cruel para un personaje que, en los primeros compases de la historia, brilla con luz propia.

Mulan – Disney


Quizás Mulán no tenga la misma profundidad argumental que el resto de personajes que he ido nombrando en este artículo, porque obviamente es una película para niños. Pero me gustaría comentaros el motivo por el que esta película, su protagonista y que existan buenos personajes femeninos es tan importante para mí.

Cuando era una niña de unos seis años, me sentía rara… Rara porque no entendía el porqué no era capaz de sentirme identificada con ningún personaje femenino, como le pasaba al resto de niñas. Todas parecían sentirse cómodas jugando a ser la Cenicienta, Blancanieves… en fin, cualquier princesa de cuento de hadas. Sin embargo, yo lo rechazaba de pleno y no tenía problema en ser así, era el resto el que te hacía sentir mal o un bicho raro porque eres… oh sí, esa temible palabra: diferente. Con el tiempo he llegado a entender qué me pasaba exactamente o, más bien, qué le pasaba al resto de la gente conmigo… Porque no era yo la que tenía un problema. Y solo fui capaz de darme cuenta de que el origen del problema no era yo, gracias a ver la película de Mulán.

Mulán fue el primer personaje femenino con el que me sentí identificada. ¿Por qué? Porque Mulán era la verdadera heroína. El problema estaba en que la gente esperaba que yo fuera algo con lo que no me sentía afín. Yo no quería ser una princesa, ni la dama en apuros, ni ser la recompensa del héroe… Yo quería ser como Mulán: luchar, defenderme y ser la guerrera de mi propia historia. No quería que me apartasen y me dijesen: tu papel es estar ahí, sin hacer nada, porque eres débil. A Mulán la hacían creer que era débil cuando no lo era. La historia, por tanto, no es la de una mujer que se hace pasar por un hombre sino la de una mujer que se niega a ser menos de lo que ella sabe que es. 

Mulán es diferente al resto de mujeres y lo demuestra cuando acude a la cita con la casamentera. Ella no puede ser una buena esposa porque ella no quiere ser la esposa de nadie. Solo quiere honrar a su familia y que su padre se sienta orgulloso de ella. Pero para poder hacerlo se ve reducida a ser alguien que ella no quiere ser. La película además cuenta con tres personajes masculinos ─ Yao, Ling y Chien Po ─ además del dragón Mushu que, dentro de sus particulares circunstancias, también se sienten unos incomprendidos ─ porque como ocurre con Mulán también son diferentes al resto ─. Al final esta simple historia de Disney nos está diciendo que no tengamos miedo a ser nosotros mismos. 


Donde voy, llevo la inquietud, si yo misma soy” esta parte de la letra de Mi Reflejo, que canta la protagonista durante la película, habla precisamente del miedo que tiene Mulán a ser ella misma. Con el tiempo me di cuenta de que, en el fondo, a mí me ocurría lo mismo que a ella: tenía miedo a ser yo misma. Pero Mulán me ayudó sin darme cuenta a que dejase de tener miedo y a sentirme identificada con su historia y su lucha. Porque la lucha de Mulán era la lucha de muchas niñas y también niños que por x motivos teníamos miedo a ser nosotros mismos.

Por eso es tan importante que existan personajes femeninos creíbles, buenos y bien escritos. No se trata de crear a mujeres ficticias, perfectas, fuertes e inquebrantables… Se trata de escribir sobre las personas porque es lo que somos las mujeres: personas. Personas que durante toda nuestra vida nos hemos conformado con ser el segundo plato, que nos hemos acostumbrado a infravalorarnos y creer que nuestra vida tiene que girar en torno a los hombres y no en torno a lo que nosotras somos y queremos hacer. Por eso es tan importante recalcar y crear personajes que sean fieles a la realidad, pero también personajes caricaturescos que nos hagan sentir, que, aunque no sean realistas, están ahí para representarnos. Y es así como al final dejamos de sentirnos invisibles o diferentes pues estos personajes nos hacen entender que todos, a nuestra manera, somos distintos.

Mulán, junto con el resto de las mujeres que han conformado esta sección, han logrado que aprendiera a conocerme mejor y dejara de sentirme invisible. Solo espero que, como me ocurriera a mí o le ocurriera a Mulán, vosotras también podáis hallar vuestro reflejo. 

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