Mis Monstruos
Tu visión del mundo se ha expandido y tú con ella.
A veces quiero creer… Solo creer en algo. La esperanza es lo único que me queda. Sin ella solo somos una versión vacía de nosotros mismos. Nos aferramos a ella cuando ya no nos queda nadie a quien abrazar, cuando tenemos miedo, cuando las dudas nos asaltan, cuando nos sentimos perdidos… Hay gente que esa esperanza la evoluciona y transforma en fe. Es normal, cualquiera se aferra a lo que tiene – a lo poco que tiene.
No puedo parar de pensar en el
tiempo y las personas. Porque interiormente pensamos que nada cambia, que todo sigue
igual… En mi caso es aún más normal pensar así pues cuando creces en un pueblo
el tiempo fluye de forma diferente. En aquel lugar, rodeado de montañas, todos
los días eran igual. La gente mayor moría, pasaba alguna anécdota que generaba
debates, especulaciones y cuchicheos durante meses… Al final, la vida de los
demás se vuelve más interesante que la tuya propia.
En un pueblo el tiempo se
detiene… hasta que sales de él. Entonces lo que antes era monotonía, se
vuelve añoranza y el mismo vaivén del tiempo se transforma en recuerdos
diluidos y aletargados… En una versión que ni tú misma estás segura de haber
vivido. Todo cobra, de golpe, un cariz más precipitado.
Pero un buen día vuelves. Todo
para ti ha cambiado, tú misma has cambiado, pero la gente… La gente te sigue
viendo igual. Piensan que sigues siendo la misma que vivió allí. Ausente al
paso del tiempo.
Pero para ti el tiempo ha
avanzado, ya no ves las cosas igual, porque percibes los cambios… Ya no eres la
misma, has cambiado, lo sientes dentro de ti como una verdad tan
absoluta que no entiendes cuándo ha ocurrido o por qué. Solo sabes que era
necesario, que ese cambio tenía que ocurrir… Pero te sientes una extraña porque
los demás no se paran a ver que tú, ya no eres la misma. No perciben cambio
alguno en ti. Viven tan sumergidos en su mundo inalterable que no saben apreciar
los cambios.
Nadie apreciará realmente tus logros y cambios. Tampoco tus noches de insomnio, ni tus luchas internas. Si cambias… Si tu mundo interior se mueve al ritmo del transcurso de tu vida… Solo tú serás capaz de apreciarlo.
Solo te ven a ti, como te han
visto siempre: la fachada, la carcasa… El resultado final sin ver el trabajo
que hay detrás, sin conocer tus monstruos. Esos que te persiguen por las
noches, que te hacen temblar en tus pesadillas y que te atormentan en cuanto
notan que algo va a salir bien… Que te alertan porque siempre llega la tormenta
después de la calma. Los mismos monstruos que te han ayudado a crecer, pero que
también contribuyen a que un día cualquiera vuelvas a dar un paso atrás.
Duele pensar que la gente que te
ha visto crecer, no es capaz de vislumbrar el paso del tiempo, los cambios… de
la misma manera que tú. Que no sean capaces de ver quién eres… Aunque lo
más triste de todo, no es que no sean capaces de ver quién eres… Es que la
gente, en sí misma, no quiere conocerse. Porque no todo el mundo está dispuesto
a mirar de frente a sus propios monstruos para averiguarlo.
Duele ver que los demás no tengan
la capacidad, ni las ganas, de conocerte. Al mismo tiempo no puedo
evitar notar sobre mis hombros el paso del tiempo. Noto como este hace
mella en mi cuerpo y en mis recuerdos… Cada día, cada instante, olvido
cosas… Cosas importantes para mí, relegadas en algún rincón de mi cerebro, cogiendo
polvo, a la espera de que algún día vuelva a desenterrar esos recuerdos o los
olvide para siempre.
¿Pero qué pasa con los recuerdos
que aún conservo? ¿Son reales o me los invento? Hay momentos que ya no estoy
tan segura de recordar como realmente fueron… Mis vivencias se mezclan como
una telaraña… Se forman nudos, se mezclan los hilos… Y conforme vivo,
conforme guardo nuevas experiencias y nuevos recuerdos, más se entremezcla todo.
Vivimos solos, pese a estar rodeados de gente. Porque nuestra propia incapacidad para conocernos y lidiar con nuestros defectos, nos hace inviable el poder llegar a conocer de verdad a los demás.
Yo vivo de los recuerdos… Sin
ellos no sé… Nada tiene sentido… Mi identidad, mi forma de ser, lo que escribo…
Todo viene de los recuerdos, de mis vivencias, de lo que sentí y siento… Pero
si eso cambia, si yo cambio y mis recuerdos con ellos… ¿Qué queda de mí? ¿Qué
queda del paso del tiempo? ¿Qué recordaran sobre mí: quién fui, quién creí ser
o quién creían ellos que era?
Y duele… Duele, además, el ver
como todo cambia. Sin avisar, sin darte cuenta. Cada día doy un paso más hacia
romper con lo que siempre he conocido, con lo que siempre fui… Quizás mi viaje
me lleve a lugares mucho más lejanos… Acelerando aún más el paso del tiempo,
desembocando todo en nuevas metas y aprendizajes, pero rompiendo a su vez con
todo lo que he construido aquí y ahora… No para perderlo sino para
transformarlo.
Los cambios me intimidan… Porque
sí, el miedo
a lo desconocido aterra y lo hace aún más cuando todo cambia a tu alrededor
a pasos agigantados. Mientras tú estás ahí parada, viendo todo pasar tan rápido
y abstracto, tan difuso y efímero, de pie, en mitad de una muchedumbre que no
te presta atención. Se mueven tan rápido que no eres capaz de ponerles rostro,
ni de saber sus nombres, ni cómo van vestidos, cuáles son sus miedos, qué
aspiraciones tienen, cuál es su historia… Pero estás ahí, alterando el espacio
y el tiempo, mientras tu alrededor no para de moverse y tú solo puedes seguir
inmóvil. Entonces percibo que no puedo moverme porque de hacerlo estaría tan
ciega… como ellos.
Monstruos que juegan contigo y te invitan a bailar al ritmo de su música…
La gente en el fondo, nunca se
para a mirarte… Ni siquiera aunque les pongas la realidad ante sus ojos… Ni
siquiera aunque lean este texto… Podrán intuir qué me ha llevado a escribir
estas líneas, pero nunca sabrán en realidad por qué lo he hecho. No hay un solo
motivo, son muchas las razones que me empujan a querer escribir estas líneas.
Tan confusas, tan dispersas, enmarañadas y extrañas. Podría tratarse de
añoranza… sí, anhelo por un tiempo que ya no volverá. Pero también son los
cambios que estoy viviendo, el futuro, las personas, los recuerdos, la existencia,
el sentido… Lo sé, no… No estoy siendo clara, no pretendo serlo.
Me da miedo pensar que lo que
recuerdo es una mentira. ¿Nunca os habéis parado a pensar en ello? Como esa
historia que alguien le contó a otra persona y a su vez a otra y a continuación
a otra hasta que por una serie de extrañas coincidencias llega hasta ti. Sin
ser ni una mínima parte similar a la historia que contaron al principio. Y si
nuestros recuerdos son solo la historia tergiversada de nuestra vida, al final,
¿qué queda? ¿Quién somos para nosotros y para los demás? ¿Qué somos o qué
creemos ser?
Soy los recuerdos desdibujados de
mi memoria. Soy lo que yo he fantaseado con querer ser. Mi personalidad,
mis vivencias, mi criterio, mi conocimiento, mi realidad difusa y enmarañada,
mi gente, mi cultura, mis mentiras… Soy lo que los demás creen ver en mí, soy
lo que yo creo ver en mí, soy los recuerdos que nunca tuve, soy lo que un día
fui y nunca más seré, soy mis monstruos y convivo con ellos… Soy todo y nada.
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