Volar

Surcar el cielo con los ojos cerrados. Sentir el frío abrasador sobre mi piel; apenas cubierta por una fina tela. Cruzar océanos, sobrevolando su cristalina superficie, notando el sutil chisporroteo del agua sobre mi cara. Mi cuerpo fluyendo sin ataduras y con gracilidad, carente de la pesada gravedad que martiriza a mis enjutos hombros. Bailar con las nubes, sin tener miedo a cansarme. Oír rugir el viento incitándome a seguirle el juego, a dejarme llevar y hacer temblar mi voz con un inaudible lamento. 



Noto que mi cuerpo se contrae por el éxtasis que la libertad me provoca, al no sentir las ataduras de la nada. No hay tierra donde tropezar, rocas que rasguen mi ropa, barro que manche mis manos... No hay gente, no hay gritos, no hay malos gestos, no hay voces, no hay miedos, no hay nombres, no hay apariencias y engaños. Solo mi cuerpo flotando y mi mente en blanco. Solo yo, conmigo misma. Sintiéndome, por primera vez, sin un tupido velo lleno de marañas oscuras y opacas que me impidan respirar. Que me ahoguen por las noches prohibiéndome gritar. 

Gritar rompiendo todo aquello que me cambia, que me limita a ser yo en toda su extensión… Yo hasta el infinito… YO elevado al infinito…

No logro pensar, porque mi mente está en blanco. Quiero sentir y poder conectar con mi alma. Entrar en equilibrio con todas mis partes, hasta ser un todo que me haga invisible. Que me permita unificarlo todo y así ser un solo sentimiento, que unifique todas mis aristas: las presentes, pasadas y futuras.

Las gastadas, oxidadas y quemadas, las siento… Me abrasan, haciendo encogerme y estremecerme en mi continuo balanceo entre las nubes. ¿Cómo curarlas? ¿Quién o qué podrá ayudarme? Mi grito ahogado se transforma en un amortiguado quejido, que contrae mi cara en rabia.

No quiero sentir las ataduras pero aún me corroen la piel. Me escuecen y hacen daño. El frío gélido acentúa más sus puntiagudas punzadas. Vuelo más rápido, con más fuerza, pero con mayor desencanto perdiendo altura. Mi reflejo de nuevo sobre el agua, no quiero verlo desdibujado por el llanto. No quiero verlo así… No puedo verme así… ¡No es justo, quiero volar! Dejar los lazos que me atan, romperlo todo y encontrarme. No quiero oír las voces que me hablan en sueños, ni ver las caras deformadas que me persiguen en mis pesadillas. Borrón y cuenta nueva; una página en blanco.

¡Volar! ¡Volar! Solo vuela, aletea, siente…. No más lagrimas, no más barreras, no más paredes que enjaulen mi alma.

¿Por qué no me dejan? Dejadme volar… Por favor dejadme ser. ¡Dejadme ser! No me miraréis, no me juzgareis, no me acorralareis, no me gritareis, no me impondréis, no me limitareis porque no os quiero. No me atrapareis porque volaré…

Volaré lejos hasta que me crezcan alas. Esas que me harán llegar más lejos, más alto y me harán olvidarme de las heridas, de las voces; para poder dejar la mente en blanco. Las alas me dejaran sentir más libre, más yo, más lejos, más alto. No seré vuestro Ícaro… ¡No caeré! ¡No me detendréis! ¡Quiero ser! ¡Dejadme ser!

No oigo nada. Siento el peso y la ingravidez. Estoy suspendida pero no oigo nada. Me siento atrapada. ¿Dónde estoy? No siento mis alas. Volar… Solo volar… No quiero despertar.

Un murmullo recorre mi cuerpo. Mis oídos solo oyen un extraño crepitar lejano; extraño pero familiar. Mi boca cerrada quiere hablar, pero solo ejecuta un extraño murmullo inaudible. Mis ojos se abren, pero algo los quema impidiéndoles poder ver con claridad. Solo siluetas desdibujadas, enmarañadas y extrañas. Mi cuerpo reacciona moviéndose en el agua. ¿Agua?

Mi ropa limita mis movimientos, haciéndome sentir más pesada. Mi cuerpo, torpe, no sabe moverse en este medio… Pero siento cada partícula de mi ser estática y confusa; moviéndose levemente y despertando de su largo letargo. Muevo mis manos y mis pies intentando subir a la superficie. No me ahogo… No me estoy ahogando.

No tengo que respirar, solo nadar. No quiero entonces emerger. Mis alas están rotas, mi alma fragmentada y mis cadenas engrasadas. ¿Por qué volver? Mi boca se abre profiriendo un grito que jamás se oirá. Solo el crepitar de unas burbujas que al llegar a la superficie desaparecerán, con la misma celeridad con la que una vela se apaga. Aún siento la brisa sobre mi cara y la libertad que había en cada uno de mis movimientos. La ligereza de mi cuerpo, la excarcelación de mi mente, el movimiento de mis manos desnudas y la caricia de las nubes sobre mi piel. No quiero volver aquí… Al crepitar de la nada… Al peso que rebota sobre mí en forma de toneladas de agua.

Tantas capas de infelicidad y de arrebatos que no llevan a nada. ¿Cómo libero esta angustia? ¿Cómo recupero mis alas? Quiero dejarme llevar por la corriente y no preguntarme a dónde me llevará. Pero qué quedará de mí cuando llegue a mi destino. ¿Merece la pena resignarse a existir, a sufrir y padecer si no puedo ser? ¿Si no me dejan ser?

Solo quiero sentir la libertad. No quiero que la bruma me nuble el juicio, no quiero que el agua me cautive con la nada y no quiero que el viento me hipnotice con sus caricias.

Mi cuerpo como el viento y mi mente como el agua. 

Sueños que me proporcionan alas, con las que vuelo en fantasías transportada a mi infancia. Me reencuentro conmigo, me saludo y bailo entre las nubes anhelando poder romper las ataduras que me impiden ser yo misma.

Despertares que me hacen sumergir en el agua. Limitando mis movimientos y engulléndome hasta el fondo donde los pensamientos no me dejan respirar; ahogándome lento, paulatino y constante.

Quiero aprender a volar… Ser invisible… Ser… Solo quiero ser…

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