“La música no son fuegos artificiales”
Hay algún punto indefinido, por debajo del diafragma, que a veces me quema. En ocasiones tanto que parece que va a prender en algún momento y me hará arder completamente. Es difícil explicarlo con palabras porque es extraño sentirlo ahí, tan adentro, cuando simplemente somos seres hechos de carbono. Pero por extraño que parezca ese lugar existe; aunque yo solo pueda sentirlo y no verlo.
Ja, sentir… El haber descubierto
que existe ese sitio en alguna parte de mí, logra hacerme pensar si otras
personas también son capaces de sentirlo y localizarlo. Aunque claro, en mi
caso ese punto solo surge cada vez que escribo y eso me ha hecho replantearme
la pregunta, ¿todos los escritores del mundo sienten lo mismo que yo cuando
junto palabras? Sinceramente no sé si sienten esa sensación de fuego por dentro
y necesitan expresarlo por temor a que acabe por consumirlos. De hecho me
siento ridícula escribiendo esto, porque siempre tengo la sensación de que el
resto de personas no van a entender a lo que me refiero.
Al final he llegado a la
conclusión de que todo el mundo siente y ama de manera diferente. Tiene, de
hecho, todo el sentido del mundo. Vale, todos somos homo sapiens pero eso no quiere decir que todos seamos exactamente
igual. Entonces, ¿por qué creemos que todas las personas aman con la misma
intensidad y de la misma manera? Obviamente compartimos sentimientos y sabemos
lo que significa amar, por ejemplo, pero dudo mucho que podamos sentirlo
exactamente igual que el resto.
Llegar a percibir esta realidad
me ha hecho darme cuenta del motivo por el que, en el fondo, todos nos sentimos
tan solos. Por una parte porque tenemos miedo a que el resto no corresponda o
entienda nuestras emociones. Por la otra, el deseo ferviente de encontrar a
alguien que sepa descifrar el galimatías que reside dentro de nosotros. Aunque
algunos, permitidme que sea algo pedante, creo que son demasiado ingenuos en
desear algo así cuando ni ellos mismos son capaces de descifrar sus propias
emociones.
Así que sí, supongo que es
difícil no sentir miedo en ese sentido. Somos tan misteriosos y tenemos tantas
aristas en nuestro interior, que es muy complicado incluso para nosotros mismos
entender a veces qué nos ocurre.
A mí me sucede cuando escribo
porque me maravilla y encandila todo lo que siento en ese momento. Pero también
me aterroriza, el ser capaz de dejarme llevar de tal manera que mi realidad
desaparezca y solo quede yo; junto a mis palabras. Y aterra sentir algo así,
porque sé que estoy poniendo tanto de mí, y de todo ese “galimatías” que reside
en mi interior, que a veces da un poco de vértigo pensar que solo yo soy capaz
de sentirlo.
Llegar a este punto de simbiosis
y entendimiento, me ha hecho también el poder percibir y entender mejor a
alguien cuando lo leo. Antes no me detenía
a leer “más allá de las palabras”,
como siempre suelo decir, pero ahora es muy distinto. Ahora me acomodo en el
asiento del copiloto algo tensa, porque ya sé lo que se siente al conducir un
coche y no puedo evitar fijarme en los espejos retrovisores, en el cambio de
marchas, en su manera de conducir, en las señales, en el velocímetro… Ya no me
subo al coche con la misma comodidad del que no sabe nada y simplemente se deja
llevar. Ahora me conmueve y me inquieta leer algo que me llegue a emocionar,
porque me hace pensar acerca de la situación y el sentimiento que ha llevado a
esa persona a escribir algo semejante: a sus guerras internas y a sus noches en
soledad.
Al mismo tiempo, me ha hecho
poner los pies en la tierra. No todo el mundo siente lo mismo que yo al
escribir, por lo que no puedo pretender que todos lo hagan de la misma forma
que yo. Sería muy ridículo, injusto y egoísta por mi parte pensar de esa
manera. Estaría echando agua a esa llama que surge en cada uno de nosotros y nos
quema, impulsándonos a crear. Si algo no
me conmueve, no es problema del autor. En todo caso es mío, porque no soy
capaz de sentir o ver las cosas del modo en el que él las ve. Las vemos desde
un cristal distinto, pero eso no hace que su visión o la mía sea menos válida.
Porque a fin de cuentas, lo importante es que ambos hemos sentido esa chispa
que nos ha llevado a querer expresarnos de esa manera.
Por eso, Salvador Sobral, no
puedo compartir tus palabras. Te admiro y respeto por tu música porque además
nos has mostrado con ella que tienes un interior magnífico. Quizás por ese
motivo entiendo menos tus palabras en aquel momento de euforia, tras ganar Eurovisión
el año pasado, con ese bonito Amar Pelos
Dois. La música nos hace libres de poder expresar todo aquello que se muere
dentro de nosotros por salir. Ojalá yo pudiera encontrar esa vía de
transmisión, porque sería increíble poder escribir aquello que siento e
interpretarlo una y otra vez como si fuera la primera. Tenéis un trabajo glorioso, pues en vuestras manos está el hacernos
sentir un poquito menos solos. Recordarnos que aunque nuestros sentimientos
no sean idénticos, ni tampoco nuestra manera de amar, todos tenemos ese poder
en nuestro interior. Y que, además, podemos usarlo para lograr empatizar con el
resto de extraños que conviven con nosotros.
Por todo esto, dudo mucho que
nunca te hayas dejado encandilar por los fuegos artificiales. Y aunque fuese
así, porque no te conozco y no sé cómo te sientes, no me parece justo que,
porque a ti no te gusten, prives a los demás de su espectáculo, luz y
deslumbrante explosión de colores. Me encanta emocionarme con un tema tan íntimo
y auténtico como el tuyo, pero no podría vivir sin el show de una reina, por
ejemplo, como Beyoncé. Porque alguien como ella me hace recordar, cuando estoy
decaída y triste, que ese sentimiento no
durará para siempre. Logrando, para más inri, devolverme de nuevo el
arrebato de olvidarlo todo, volverme loca y disfrutar sin pensar en nada más.
Así que lo siento mucho, pero la
música es fuegos artificiales y todo lo que, en definitiva, nos haga sentir ese
sentimiento indescriptible que nos impulse a querer crear. Es el arte el que nos hace expresar ese algo que, de otro modo, el
resto de personas no podría ver en nuestro interior. Porque la “carcasa”
que nos cubre es muy fácil conocerla pero, sin embargo, es mucho más difícil
conocer el contenido que esta atesora en su interior.
Estoy segura de que tú lo sabes
bien, así que sigue dejándote llevar por todo aquello que surge tan profundo
dentro de ti. Pero no prives a los demás de poder hacer lo mismo porque ellos
no son tú, ni sienten como tú, y la
música es algo universal que no debe, ni puede, ser monopolizada. Espero
que te recuperes pronto, porque la música te necesita.
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