¡Gracias, abuelo!

Sé que no te llegará. Que será algo así como lanzar una botella al mar. Una botella cuyo mensaje no llegará jamás a su destinatario. Aun así siento la necesidad de escribirte. Porque como ya sabes, escribir es quizás la única manera que tengo de plasmar lo que siento.

Soy consciente de que al escribirte esto, no te voy a decir nada que no te haya confesado ya. Sin embargo, necesitaba expresarte mi gratitud. Siempre fui la pequeña y te emocionabas pensando que por ser la más pequeña de tus nietos, no podrías darme todo lo que les diste a ellos. ¡Yo nunca lo he sentido así! He tenido la oportunidad de pasar veintitrés años de mi vida al lado del espejo en el que algún día me gustaría ver reflejada. Tu valentía y tu manera de afrontar la vida, me inspiran a seguir tu ejemplo. Has sufrido mucho. Mucho más de lo que otras personas podrían haber llegado a aguantar. Pero nunca he visto odio en tus ojos; nunca he visto resentimiento o rencor; nunca he visto prejuicios; nunca he visto sombras de un pasado duro y doloroso a partes iguales. Sí he visto a cambio fortaleza, sensibilidad y vitalidad. Una vitalidad que te hizo  ser el niño inquieto que has sido siempre. El mismo que ayudaba a su abuelo Rosindo o el mismo que jugaba al fútbol con su bisnieto.

Tú me has hecho no rendirme. No rendirme de ser lo que soy y de sentir lo que siento. Tú me hiciste darme cuenta de que llorar no es un síntoma de debilidad, sino de fortaleza. Tú me has hecho querer seguir encontrando el lado bueno de la gente, aunque esa misma gente no sea ni siquiera capaz de ver su propio lado bueno. Porque si alguien como tú, que ha visto el lado más amargo del ser humano, podía mirar a todo el mundo con la bondad con que tú lo hacías… yo no tengo derecho a juzgar a nadie.

Mi padre me enseñó que cuando una puerta se cierra otra se abre. Tú has dejado abiertas cientos de ellas. Por eso nunca dejaré que vuestro legado se olvide o que el mundo olvide al hombre que fuiste. No dejaré que el mundo olvide a  Juan Sáez Alonso.

Hace algunos años empecé a escribir un libro. Un libro que te dedicaré a ti el día en que lo publique. Uno de los capítulos de ese libro se titula: Siempre seréis luz. La madre de la protagonista, le dice a su pequeña hija que las personas somos como las estrellas... no importa que la estrella muera, su luz seguirá viajando a través del espacio como si la estrella nunca hubiese desaparecido. Al final todos somos la luz de las estrellas que nos han dado vida. Tu luz sigue brillando muy intensamente dentro de mí, seguirá brillando para siempre y nunca permitiré que se extinga. Incluso cuando yo ya no esté. ¡Te lo prometo, abuelo!

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