Todos somos discapacitados

No me gusta la palabra “discapacidad”, porque usarla lleva implícito el afirmar que alguien es incapaz de hacer algo. Y si bien es cierto que el ser humano tiene muchas taras, bajo mi punto de vista, la mayor virtud que tenemos es nuestra capacidad de superación cuando peor lo estamos pasando. Es muy difícil ver a una persona rendirse incluso en los peores momentos y creo que eso es lo que nos hace tan especiales, por encima de todo. Aunque por otra parte, me parezca paradójico que tengamos que estar en las peores situaciones para demostrar nuestra verdadera valía.

¿De dónde viene el título de esta entrada entonces? Os voy a ser sincera, quería ser dura al tratar este tema. Muy dura, si me lo permitís. Básicamente porque considero que somos muy injustos con nosotros mismos como especie. Lo mismo que en el primer párrafo alabo nuestra capacidad de superación, también critico con dureza el ser la única especie en la faz de la tierra, capaz de juzgar y discriminar de manera sumamente cruel a los demás. Especialmente cuando esas personas sufren, no una discapacidad sino una carencia notoria a simple vista. Y digo notoria porque efectivamente, puestos a usar esa palabra tan odiosa, todos somos discapacitados. Todos tenemos carencias, todos tenemos defectos y nadie es un diez. La principal diferencia es que una persona “normal” no lleva sus carencias colgadas del cuello, escritas en un cartel. Pero una persona con síndrome de Down, con la falta de alguna de sus extremidades, de sus sentidos o algún problema mental... desgraciadamente sí.

No hay nada que admire más que una persona buena y humilde. Que sea consciente de sus defectos, que no se crea nada en esta vida y que tenga la suficiente consciencia, de que todos merecemos un respeto y que nadie está por encima de nadie. Lo he dicho muchas veces en este blog, el ser humano es como una colmena y necesita a todos los miembros de esa colmena para poder funcionar. Un músico, un arquitecto, un ingeniero o cualquier miembro de un colectivo, no podría llegar a donde ha llegado si no fuera porque hay otras personas, de otros gremios, que realizan por él diversas labores como pescar, cultivar, limpiar o los trabajos más inverosímiles y surrealistas que os podáis imaginar  –  pero que son necesarios para que todo este entramado que ha creado el ser humano pueda funcionar  – . Todas las profesiones son necesarias y creernos estar por encima de los demás, es como pisotearnos a nosotros mismos.

Pero lo más gracioso es que, incluso dentro de nuestro propio gremio, siempre habrá gente mejor que nosotros. Es por ello por lo que nos esforzamos cada día un poquito más para ser mejores y lo que nos empuja a no relajarnos. A mi particularmente no hay nada que me motive más en esta vida, que encontrar a alguien que sea mejor que yo en ámbitos que domino perfectamente. Es lo que más me puede ayudar, para intentar mejorar y crecer en aquello que más me gusta y más me apasiona. Por eso precisamente no me creo nada. Soy consciente de mis puntos fuertes, pero también de mis puntos débiles y nunca me permitiré a mí misma creerme ser más que nadie... porque no lo soy. ¡En absoluto!

Y creo fervientemente que es aquí donde está la clave. Me gusta mucho la introspección, tanto hacia mí como hacia los demás, por lo que he llegado a la conclusión de que en el fondo todos tenemos “discapacidades”. Y no es algo que yo me haya sacado de la manga, aquí y ahora, es una realidad que se estudia en psicología.

Hasta ahora, el ser humano pensaba que sólo existía un tipo de inteligencia. Si eras bueno en los estudios, eso era un símbolo de inteligencia. Pero no es el único. El psicólogo Howard Gardner definió una teoría que es conocida como: La Teoría de las Inteligencias Múltiples. Según este señor, existen ocho tipos de inteligencias. Por un lado tenemos la inteligencia lingüística, musical, lógico-matemática, espacial, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Cada una de ellas esta asignada a una región de nuestro cerebro y cada persona tiene ciertas partes más desarrolladas que otras. De esta manera, el ser humano ha ido creando diversos tipos de profesiones que permiten a cada individuo de la sociedad destacar o poder ejercer alguna de ellas; para suplir así las carencias que todos tenemos al ser incapaces de tener desarrolladas, completamente, cada área de nuestro cerebro.

"Los ocho tipos de inteligencia."

De hecho, es más fácil encontrar un mayor desequilibrio entre los diferentes tipos de inteligencias en una persona, cuando más destaca en un ámbito en particular. Por ese motivo, solamente un número muy reducido de personas, llegan a convertirse en lo que comúnmente conocemos o denominamos como un genio. Aquella persona que destaca por encima de los demás, por tener muy desarrollada una de las partes de su cerebro. Por ejemplo, el mismísimo Albert Einstein, una de las mentes más brillantes de nuestra historia y creador de la Teoría de la Relatividad, era incapaz de atarse los cordones y no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra hasta los nueve años. Curioso, ¿verdad? Lo que para el resto de personas era una nimiedad, para él era toda una proeza  – y podríamos decir lo mismo a la inversa  .

Es por este motivo por lo que intento ser siempre lo más humilde posible; por más halagos que pueda recibir. Soy muy consciente de mis virtudes y de mis carencias e intento, en la medida de lo posible, centrarme en aquello que soy buena pero sin descuidar aquello que, por pura inercia, se me da mal. Por ejemplo, si tuviese que hacer una introspección sobre qué áreas de mi cerebro tengo más desarrolladas, podría decir que soy muy buena en lo que a inteligencia interpersonal e intrapersonal se refiere, al igual que en la lingüística  – aunque solamente en ciertas áreas, porque obviamente las tres abarcan muchos aspectos de nuestro día a día  – . Podría considerar también que la inteligencia espacial y lógico-matemática he logrado ir perfeccionándolas y mejorándolas, con el paso del tiempo, gracias a mi formación educativa. Y en el ámbito musical me defiendo, aunque no he trabajado lo suficiente en él como para hacer una afirmación fehaciente de mis habilidades, en este caso. Lo mismo podría decir de la inteligencia naturalista. Aunque, sin duda alguna, la nota discordante sería mi inteligencia kinestésica-corporal. Soy muy mala bailando o intentando transmitir algo con mi cuerpo pero, por otra parte, sí que tengo un buen control de mi sistema motor  – a la hora de realizar actividades con las manos o manualidades  .

Un niño con síndrome de Down, es una persona que tiene un mayor desequilibrio en las diferentes áreas de la inteligencia. Pero bajo mi punto de vista, tiene otras áreas muchísimo más desarrolladas y más reforzadas que la de una persona “normal”. Los afectados por este síndrome, tienen una sensibilidad y una inteligencia emocional muy grande. Por el trato que he tenido con algunos de ellos, son capaces de percibir de manera increíble el estado de ánimo de los demás y son sumamente empáticos. Es gente que puede trabajar muy bien en el ámbito de la enseñanza o la educación y son personas perfectas para transmitir valores de respeto y tolerancia en nuestra sociedad. E incluso pese a sus carencias en el ámbito corporal y kinestésico, tienen tal capacidad de transmitir emociones, que podrían trabajar perfectamente en el mundo de la interpretación.

Aunque, por supuesto, pueden llegar a trabajar o ser lo que quieran porque las posibles limitaciones que ellos tengan, no son un freno para alcanzar aquello que quieran realizar. He aquí la clave de lo que estaba hablando en un principio: la capacidad de superación de la raza humana. He visto a gente sin brazos, ni piernas, trabajando en la construcción. He visto a gente con severos problemas mentales, ganar unas olimpiadas. He visto a personas con síndrome de Down mostrar más amor, talento y dedicación que una persona con ninguna “discapacidad” aparente. Y es que los únicos límites que existen, son los que nosotros nos marcamos y nada más.

Todos somos muy buenos en ciertos ámbitos y muy malos en otros. Que no sean carencias tan notorias como las de otras personas que han tenido la desgracia de sufrir en su vida ese tipo de problemas, no nos hace ser mejores que ellos o nos debería poder dar más oportunidades en la vida para prosperar o ser felices. Porque ellos han tenido la desdicha de padecer algo así y por desgracia no se puede recuperar una extremidad, por ejemplo, así como así. Pero perder la educación, el respeto, la tolerancia y los buenos modales no es algo que vaya ligado a algo que no podamos controlar o al azar. Va ligado a algo mucho más deleznable y parasitario que se llama: ser una mala persona. Y eso, si me lo permitís, sí que es una discapacidad y de las grandes.

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