Sentido común y ética, ¿eso se come?
Durante nuestra infancia no sabemos diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal. Lo
que es peligroso, de lo que no lo es. No tenemos ese sentido común que, “supuestamente”,
las personas vamos desarrollando conforme maduramos y crecemos. Pero hoy en día
me ronda una pregunta. Estamos en pleno siglo XXI. Se supone que vivimos en una
sociedad avanzada, con todo tipo de lujos y comodidades. Donde la tecnología
nos proporciona una mejor calidad de vida y donde hemos conseguido crear una
sociedad, que ha logrado aprender de los errores del pasado y avanzar para ser más
justa.
Pero pese a todos estos grandes
avances, en todos los sentidos, me da la
sensación de que nuestra sociedad aún está en la más tierna infancia. Donde, como he comentado anteriormente, se guía más por sus instintos más primarios que por su propia sabiduría
o experiencia personal.
¿Cómo es posible que en pleno
siglo XXI las personas que integramos y formamos esta sociedad aún no sepamos
diferenciar entre lo que está bien, de lo que está mal? ¿Cómo es posible que
aún nos sigamos guiando más por nuestros instintos más primarios o animales,
antes que por la lógica o la razón? ¿Por
qué aun seguimos prefiriendo el camino fácil al difícil?
Cuando oigo alguna conversación sobre
la crisis económica, todos optamos por la vía fácil. Echarle la culpa solo a los demás, sin atribuirnos ninguna a nosotros
mismos. Es fácil decir que todo esto ha ocurrido porque la política esta
corrompida. Que los políticos tienen la culpa de todo y que solo miran por sus
propios intereses personales. El
problema reside en que la política es el fiel reflejo de nuestra sociedad.
Durante mi paso por el instituto y el colegio, recuerdo cuál era la percepción de aquellos niños
que sacábamos buenas notas. Éramos los empollones, los listillos de turno.
Mientras que los que se copiaban o hacían el gamberro eran los “guays”. Durante
el boom inmobiliario esta tendencia de que el que estudiaba era literalmente un
gilipollas se multiplico por 5. La gente dejaba sus estudios sin ni siquiera
acabar la ESO, para acabar ganando más que un ingeniero, siendo tan solo un albañil – con
todo el respeto del mundo a los albañiles –. Y los padres que son los
principales responsables de la educación de los hijos, apoyaban a sus retoños, incluso mofándose de los profesores, porque: “Mi hijo va a ganar más que tú”.
Solo hay que apreciar lo que
echan por la tele hoy en día. Programas en los que se critica, reality shows
infumables, programas morbosos donde se ve a gente sufriendo o ver las noticias diarias.
Cuando ocurre un desastre lo único que
importa es grabar a los familiares llorando, destrozados, mientras de fondo suena música
triste y desoladora. Que más da que la gente esté sufriendo. ¿Por qué
tenerles un mínimo de respeto en un momento tan duro? ¿Es que acaso el respeto
da de comer? Eso es lo que
vende y es claramente un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos.
No se respeta a los animales, ni
al medio ambiente, ni a las personas discapacitadas… Aún sigue habiendo
homofobia, machismo, racismo… Nos regocijamos en el mal ajeno, robamos, estafamos,
engañamos… En definitiva, no nos
respetamos ni a nosotros mismos.
El problema sigue siendo el
mismo. Vemos el mal en el ojo ajeno, pero no nos miramos un poquito el
ombligo para valorar en qué nos hemos equivocado. Seguimos siendo avariciosos, egoístas,
vagos, hipócritas, impacientes… Optamos
siempre por la vía fácil y ese es el problema de la humanidad.
Ante esta situación cuesta ser
optimista o mantener la esperanza. Pero si aún conservo alguna, es por toda esa
gente que sigue ahí fuera y optan por el camino difícil. Por luchar, ser
honestos, respetar a los demás y trabajar de forma honrada. Por toda esa gente
que aún tiene un mínimo de sentido común y hacen que este mundo no
termine de desestabilizarse e irse a la mierda.
Veo difícil que esta sociedad consiga algún día pegar el salto de la
infancia a la adolescencia. Lo veo muy difícil. Aun así creo que todos de
forma personal podemos aportar lo mejor de nosotros mismos para al menos
conseguir que permanezca en la infancia y no retorne, hasta ser de nuevo, un
bebe.
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