La ambición está rompiendo el saco

Llevo una temporada bastante saturada. No es solo por el trabajo y todas las responsabilidades que llevo hacia delante… No, es una sensación de hastío con todo. Y es la primera vez en mi vida que me ocurre algo así porque normalmente suelo motivarme y entusiasmarme con bastante facilidad. Pero tengo esa sensación de estar subida en una rueda que va a demasiada velocidad y no puedo evitar sentir entumecidos todos mis sentidos, además de encontrarme mareada o confusa. Ha habido días que no me he parado a pensar en el motivo por el que me estaba ocurriendo esto, pero con el paso del tiempo he ido entendiendo la razón. Esa sensación de mareo y aburrimiento me la está provocando el ritmo al que se mueve la sociedad.

Vivimos en un momento en el que la ambición está consumiéndolo todo… Pero la ambición de dinero, no nos engañemos. No nos conformamos con poco, necesitamos más y eso provoca que las empresas aceleren el ritmo de trabajo; que nos sintamos más estresados y que cada vez seamos más inconformistas. Vivimos en un continuo suma y sigue en el que todo vale. Y esto nos afecta psicológicamente y nos mina anímicamente.

El otro día estaba teniendo una conversación con un muchacho donde me comentaba los canales de streaming, de series de tv y pelis, a los que estaba suscrito (Netflix, HBO y sucedáneos). Me sorprendió porque comentaba que estaba suscrito a unos tres o cuatro, además de pagar por Spotify y las suscripciones de juego online de Microsoft y Sony. La cuestión es que trabaja para poder permitirse pagar todo eso y una jornada normal suele durar, con suerte, un mínimo de ocho horas diarias. Teniendo en cuenta que tenemos que suplir nuestras necesidades vitales y descansar, ¿cuánto tiempo tiene para poder disfrutar de todo por lo que está pagando?

A donde quiero llegar es a que pagamos, en la mayoría de las ocasiones, por servicios que ni siquiera consumimos. Esto genera, hasta cierto punto, ansiedad porque incluso los hobbies se convierten en pura rutina. Volver del trabajo, ducharte, comer algo y hacer… ¿qué hago? Porque tengo a mi disposición todo lo que quiera. ¿Quiero leer? Tengo a mi alcance todos los libros que quiera en un solo clic además de novelas gratuitas, revistas, blogs, periódicos, monográficos… ¿Quiero ver una peli? ¿Cuál elijo de entre las infinitas que hay, más las nuevas que están saliendo? Porque una compañera de trabajo ha visto x y dice que está muy bien, (debería verla porque sino no tendré tema de conversación con ella). O lo mismo puedo coger el móvil y jugar a algo. O salir a dar una vuelta. O llamar a fulanito y tomarnos algo fuera. O… No hay oes que valga porque lo más probable es que estés tan cansado que simplemente te quedes tirado en el sofá, con el móvil en la mano, mirando Twitter, a ver si alguien comenta algo interesante, hasta que te quedes dormido con el móvil tirado encima.

La cultura y los movimientos artísticos son cada vez más accesibles a todo el mundo. Quien quiera puede ser fotógrafo, escritor, compositor, dibujante, grabar un corto o hasta crear su propio videojuego. Hay herramientas gratuitas de todo tipo y facilidades infinitas, puestas a tu disposición, a tan solo un clic. Eso abre aún más las oportunidades de acceder y consumir cualquier cosa, lo cual es maravilloso, pero todo va a un ritmo tan acelerado que no somos capaces de procesar tanta información... Todo esto está provocando que seamos más inconformistas, despistados e impacientes. La inmediatez está consiguiendo que no seamos capaces de esperar pacientemente a algo, porque ya todo lo tenemos a mano. ¿Quieres pedirte algo para cenar? Saca tu móvil y en veinte minutos lo tienes. ¿Necesitas una maleta? Saca el móvil y para mañana la tendrás, con gastos de envío gratuitos, en tu puerta.

Efectivamente lo tenemos todo, todo, para sentirnos plenos y felices. Pero al final no es así porque tienes esa sensación de que ya nada te impresiona, te fascina o te llama la atención. Y no es porque con el paso del tiempo todo te vaya dando más igual, que obviamente influye, es este ritmo de locos que llevamos. No sabemos frenar, no nos damos cuenta de que por mucho que consumamos no nos vamos a sentir mejor. Seguiremos igual de insatisfechos.

El problema de todo esto es que, sin darnos cuenta, esta desazón se va acumulando y algún día explotará. La sensación de abundancia nos da una extraña percepción de progreso, como si todo fuese bien y no hubiese nada que temer, pero yo creo que sí debemos preocuparnos. Este descontrol “productivo” está acabando con nuestros recursos y nuestro planeta. La ambición está haciendo que construyamos más de lo que vamos a usar y cuando se tiene más de lo que se necesita la sensación de vacío se magnifica.

A esto hay que sumarle que las relaciones personales también se resienten… ¿Por qué? Porque inconscientemente sabemos que relacionarse, tener pareja o mantener a nuestras amistades es costoso. Requiere de tiempo, dedicación e invertir mucha energía que no siempre va a ser devuelta. A estas alturas solo somos unos niños malcriados que no quieren esperar para obtener sus caprichos, así que es más fácil también precipitar las cosas y conseguir afinidad con alguien de forma inmediata (sin tener que pasar por un proceso costoso y aburrido que conlleve mucho tiempo). Entonces recurrimos a las redes sociales para hablar con desconocidos a los que creeremos conocer porque con tan solo pulsar un botón sabremos todo lo que opinan, piensan y hacen. Sabremos sus aficiones, sus gustos, sus experiencias y hasta qué hacen cada día, a cada minuto, sin necesidad de preguntar ni esforzarse por conocer más a la otra persona. 

En una palabra: hastío. Eso es lo que siento y no puedo evitarlo. Todo está tan viciado y enrarecido que tengo la sensación de que debo de encontrar el freno de mano para no estamparme, en cualquier momento, contra algo. Y es difícil encontrarlo porque, aunque tú intentes frenar, los demás te van a arrastrar a que sigas girando y girando en esta espiral de descontrol sin fin. Es quizás en mis ratos sola o mientras me paro brevemente, una tarde como hoy, a escribir donde siento algo de tranquilidad y de esperanza. Al final solo es cuestión de mirarlo todo con perspectiva, pero es difícil hacerlo cuando sabes que lo inevitable, tarde o temprano, va a ocurrir. ¿Qué es lo inevitable? Que esta espiral de descontrol, consumismo e inconformismo va a explotar en algún momento. Lo peor es que para cuando explote, quizás, ya sea demasiado tarde para nuestro planeta y para nosotros.

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