¿Cómo estás?

Hola.

¿Cómo estás?

En realidad no sé por qué pregunto, si ya sé cómo te sientes. A veces piensas que recae demasiado peso sobre tus hombros, ¿verdad? Intentas amedrentar la carga, pero es difícil. Tu manera de ser es la que provoca esa sensación. Es duro ser tan consciente de todo. Te ha llevado largos años llegar aquí, a este entendimiento: a saber quién eres. Y cuanto más consciente eres de ello, más fuerte te haces. Te das cuenta de que no todo el mundo es capaz de hallar tal entendimiento de sí mismo.

Sabes perfectamente la felicidad que te provoca el ser consciente de lo que eres y sabes que eso es lo que le llega a los demás. Esa fuerza, esa vitalidad, ese optimismo, esa pasión que plasmas en aquello que amas y hasta en tu capacidad de querer. Tan pasional y con tanta ilusión por aquello que quieres con toda tu fuerza. Sientes que a veces la vida te devuelve parte de esa vitalidad y que si eres honesta contigo misma, esa honestidad llegará también a los demás. Que te querrán por quién eres y ese sentimiento se traslada a todo tu alrededor.

Pero pese a esa luz que destilas, desde que eras una niña, siempre ha habido sombras que te han intentado atrapar y engullir. Arrastrarte a un lugar oscuro, donde tu luz se apaga y solo queda tristeza y ansiedad. Notas la facilidad con la que los demás se dejan arrastrar hacia ese lugar y entonces se agarran a ti y a la gente como tú. Se agarran a esa luz, para no caer. Para no precipitarse hacia ese lugar. Manos que rodean tu luz, tirando hacia abajo, desprendiendo esos fragmentos de felicidad, desnudándote, dejándote vulnerable y sola. Y cuando solo quedas tú y los retazos de lo que una vez fue tu mirada inocente, te abrazas a ti misma... al entendimiento de quién eres y lo que sientes; aferrándote con rabia a lo que más amas y odias al mismo tiempo de ti.

Porque sabes que en el fondo no tienes culpa de ser así  y sentir lo que sientes. Que los demás se aprovechan de la fuerza que tienes, ignorando tu vulnerabilidad. Tus momentos desnuda, abrazándote a ti misma... como una niña que tiene miedo al mundo y a la oscuridad que la rodea. Hecha un ovillo. Sola.

Pero tu pecho vuelve a arder y tus manos  vuelven a temblar. Alzando la vista, con rabia y con desesperación porque odias ser tan fuerte. Tan echada hacia delante. Tan temeraria. Y detestas ser así pero al mismo tiempo lo amas. Porque sin esa vulnerabilidad y al mismo tiempo esa fuerza, no serias capaz de sentir con tanta intensidad. Tu pasión desaparecería, el entendimiento sobre ti misma se desvanecería y los demás te perderían para siempre. Puede que muchos no entiendan el poder que tiene esa luz, pero tú sí. No dejes que te consuman con su oscuridad porque tú vales mucho más que eso. Los demás te necesitan, al igual que tú los necesitas a ellos. Debes seguir inspirándoles porque de otro modo te perderías para siempre… Te perderían para siempre…

Tienes un don y a la vez una maldición, pero agárrate a quién eres y a ese sentimiento que está brotando en ti mientras lees estas líneas. Esa es tu fuerza. Esa es tu debilidad y tu pasión. Déjate llevar. Vive e inspira a aquellos que quieres por cómo eres. Porque eso es lo que ellos necesitan y a la vez lo que tú sientes.

No cambies nunca, piensa en quién eres y cuídate. No le estás fallando a nadie y mucho menos a ti misma. ¡Lo sabes!

Siempre estaré a tu lado. Siempre lo he estado. No lo olvides.

Se hace tarde, será mejor que lo deje por aquí. Volverás a saber de mí. Cuando me necesites apareceré de nuevo, ya lo sabes. No te rindas, porque no te dejaré hacerlo.


“Lucha. Ama. Inspira.”

Comentarios