¡Adiós 2016!

Me resulta difícil definir cómo ha sido este año 2016. Creo que el balance que podría hacer sobre él, es que ha sido un año, en el ámbito personal, bastante bueno. Ha sido un año divertido, en el que he aprendido muchísimo y en el que he seguido abriéndome paso en la vertiginosa cruzada de madurar y crecer. Cada vez se me hace más cuesta arriba el ver, que mi infancia se va quedando atrás con mayor velocidad, cada año, y aunque es cierto que todo lo que estoy aprendiendo, además de la gente que estoy conociendo, hacen cada día más interesante ascender en tan empinada pendiente, no puedo evitar añorar aquellos años en los que todo era más fácil.

Sin embargo, si tuviera que hacer balance de lo que ha sucedido durante este 2016, a nivel social, creo que ha sido un año un tanto oscuro. Un año en el que el terrorismo y el odio han dejado muchas víctimas en el camino; mostrando de nuevo la cara más amarga del ser humano. Aunque para cara amarga la que se nos ha quedado a muchos, al comprobar cómo Mariano Rajoy seguirá gobernando cuatro años más en España, después de un año de NO gobierno, o como Donald Trump se ha alzado vencedor en la candidatura a la presidencia de EEUU. ¡El mundo está cada año más y más loco! Aunque a lo mejor es simplemente una señal de alarma, la cual nos está avisando de que algo no funciona del todo bien en los países democráticos del primer mundo. Son, desde luego, nuevos síntomas de los estragos causados por la actual globalización capitalista.

Aunque hoy no he venido a hacer balance político/social de este año 2016. He venido a hablar de mí. En el año en el que Barei ha quedado en el puesto número 22, del sexagésimo primer festival de Eurovisión – que de euro ya le queda poco y de visión menos – , me apetece hacer balance de lo que he aprendido y he hecho bien/mal durante este año.

En primer lugar, creo que ha sido uno de los años en los que más he notado mi evolución como escritora. Si bien es cierto que es un proceso constante y paulatino, ha sido durante el transcurso de estos últimos doce meses cuando más consciente he sido, no tanto de mi habilidad para escribir sino de mi habilidad para emocionar a la gente. Y esto va un poco ligado a la primera entrada publicada este año en el blog: ¿Quién soy? Mis emociones van ligadas a lo que escribo y, lo que aprendo o mi crecimiento personal, es lo que me permite abordar ciertos temas. Ser consciente de quién soy y de qué soy capaz de hacer, es fundamental para mí. Especialmente si quiero seguir escribiendo. Todo esto tiene que ver un poco también, con aquella entrada que escribí hace tiempo llamada: Aprender a conocerte. Cada año aprendemos algo nuevo de nosotros mismos y hasta ahora no era consciente de hasta qué punto mis palabras pueden influir en los demás.

Me resulta extraño y extraordinario a la vez que mis palabras sean capaces de alcanzaros de tal manera, que esto os permita sentir lo mismo que estoy sintiendo yo ahora mientras escribo estas líneas. Es mágico y místico, pero creo que esa es la esencia del arte: transmitir emociones. El arte hace libre al ser humano. Libre de compartir sus emociones, sus sentimientos y de sentirse querido y arropado, al mismo tiempo, porque sabe que existen otros como él. Que sienten lo mismo, que se emocionan, que lloran y que a fin de cuentas son tan vulnerables como el autor de la obra artística en cuestión. La entrada Adiós, yo creo que ha sido este año, esa publicación en la que trataba de alcanzar esa “conexión emocional” con el público que me lee. Teniendo en cuenta que después de tres largos años de blog, que en tan solo un par de días, haya logrado coronarse como la entrada más leída del blog, creo que deja bastante claro que ha tenido el efecto que yo esperaba.

En segundo lugar, y en relación con lo escrito, siento que durante todos estos años he sido muy injusta conmigo misma. ¿Quién soy?, es una muestra clara de lo que siento cuando me relaciono con los demás. La gente da por hecho cómo eres sin conocerte. No se esfuerza en lo más mínimo por intentar ver más allá de lo que quieres decir cuando hablas o hasta cuando miras. Se quedan solo con lo superficial, sin ahondar en el quién y a veces me hace preguntarme eso: ¿quién soy... lo que los demás creen que soy o lo que yo creo ser? Y ahí es donde quería llegar con esa entrada.

Lo peor de todo no es lo que la gente piense que tú eres… lo peor es la propia visión que tienes sobre ti mismo. A veces he tenido una imagen de mi misma equivocada y he sido hasta cruel conmigo, en el sentido de que no me entendía. Creía tener debilidades que en el fondo eran una fortaleza. El problema es que todo esto llega a un punto, en el que ya no sabes qué creer y qué no. Precisamente siempre me he reprochado el CREER ser débil por mi acusada sensibilidad. Curioso el pensar de aquella manera, cuando gracias a esa “sensibilidad” es por lo que soy capaz de sentir, imaginar, empatizar y hacer sentir a los demás emociones con lo que más me apasiona... que es escribir.

Tiene sentido entonces que en este mismo año, haya escrito dos entradas que en el fondo tienen algo que ver con todo esto: Educación emocional y Prejuicios: Mujeres, hombres y viceversa. La sociedad no nos enseña a entender o comprender nuestras emociones. A veces hasta nos crucificamos a nosotros mismos por nuestra capacidad de sentir. Obligamos a los demás a sentir de una manera determinada, especialmente a los hombres – como bien comente en la entrada sobre los prejuicios –. “No puedes llorar, no puedes sentir, no puedes mostrar debilidad o vulnerabilidad” ¿Por qué?, si eso es lo que soy. El ser humano es puro sentimiento, pura pasión y vulnerabilidad. Nadie está exento de sufrir; nadie está exento de padecer una enfermedad; nadie está exento de afligirse por desamor. ¡Nadie! ¿Por qué me obligan entonces a esconder la mejor parte de mí?

Todo este caudal desemboca pues en el mar del miedo. Tenemos miedo a sentirnos vulnerables ante los demás y el mayor exponente de vulnerabilidad es, precisamente, el amor. Otra barrera superada este año. Me daba miedo hablar sobre el amor. Quizá porque aún no había alcanzado la suficiente madurez como para encararlo, para afrontar incluso mis propias emociones. ¡Y todo esto tenía que ocurrir! Tenía que lograr abrirme paso hacia mis propios miedos, porque tengo la absoluta certeza de que todo lo que hago en mi vida, y lo que experimento en ella, va ligado a poder escribir mejor. A la libertad de poder ser yo misma, abierta en canal y sin temor a nada. Y yo creo que ese ha sido mi mayor éxito este año: entender que mi verdadera fortaleza se encuentra en mis más profundas debilidades.

Es precisamente este el mayor problema de nuestra sociedad. Una sociedad que se refugia en la barbarie, la violencia y la intolerancia... porque supuestamente esto nos hace ser “fuertes”. Meter a un toro en una plaza y torturarle hasta la extenuación es de valientes. De gente que merece ser vitoreada y llevada en andas. Si en esto consiste el ser “humano”, entonces me avergüenzo de serlo.

Por todo esto, este año 2016 me ha hecho amar aún más si cabe el arte y a aquellas personas que, simplemente con su trabajo, quieren transmitir lo que sienten. Aquellas obras o trabajos que intentan promover lo mejor de las personas y que engrandecen precisamente las “debilidades” del ser humano. Ahora entiendo, por ejemplo, esos cuadros de posados de cuerpos desnudos, que tantas veces he visto pensando que simplemente querían encumbrar la imagen sobre nosotros mismos – exacerbar el egocentrismo o amor propio –  y en el fondo tan solo quieren plasmar el lado más vulnerable y frágil de la humanidad. ¿Acaso no es la desnudez el mayor símbolo de vulnerabilidad del ser humano?

Quizá, por ese motivo, me gusta ver también como últimamente las mujeres cada vez estamos mejor representadas en el mundo del arte. La agudizada capacidad de sentir, amar y empatizar de la mujer ha sido constantemente retratada, como el mayor ejemplo de lo que simboliza la “debilidad”. ¡La dama ha de ser rescatada! Sin embargo, una mujer no debe ser rescatada de nada. Una mujer solo necesita ser libre de sentir lo que siente, de amar y de sentirse amada. Además, por supuesto, de sentirse realizada con ella misma y con lo que hace. No creo que sea tan distinto de lo que un hombre necesita, ¿verdad? Porque ambos, a fin de cuentas, deseamos y necesitamos lo mismo.

Así que resumiendo, ha sido un gran año. Uno de los mejores, me atrevería a decir, para mí. He aprendido a entenderme aún mejor, a quererme aún un poquito más, a dejar de ser tan injusta conmigo misma y a sentirme cada vez más cómoda y feliz con quien soy, con lo que escribo, con lo que hago y con lo que siento. ¿Se puede pedir algo más al año 2017? Yo creo que no. Si algo sigo valorando, es todo lo que tengo y no le puedo pedir nada más a la vida. Quizá solo algo y es: que me deje como estoy.

Por otro lado, no todo han sido rosas y flores durante estos últimos años. Ha habido momentos en los que he querido estar sola y me refugiaba demasiado en mí misma. Me costaba abrirme y hasta a veces era un tanto injusta con los demás. Siento que es inevitable que de vez en cuando todos pasemos por ese tipo de periodos... para luego poder levantarnos con energías renovadas. Por eso, y como escribí hace tiempo también, valoro mucho todo lo que tengo e intento no pensar en aquello que no poseo. Principalmente porque soy muy afortunada de tener salud, gente que me quiere, gente a la que quiero, poder hacer y estudiar lo que me gusta y disfrutar de la vida. Ha sido también un año estresante, lleno de obligaciones, nervios y malos tragos pero lo importante es todo lo que he mencionado previamente. No puedo quejarme de nada de lo que me ha ofrecido este año 2016 y el único deseo que le pido al año 2017, es que todo siga como hasta ahora. Y parafraseando a uno de mis personajes femeninos favoritos – mencionada precisamente en Representación de la figura femenina en diversos medios – :

“No se trata de cambiar el mundo sino de hacer todo lo posible, para dejarlo tal y como está.” – 
The Boss


No me queda nada más que añadir. Simplemente daros las gracias a todos/as y cada uno de vosotros y vosotras, porque este año 2016 también ha sido especial para el blog. El número de visitas e interacciones ha incrementado notablemente y no puedo estar más agradecida. También me gustaría darle las gracias a toda la gente que me conoce y que día a día me apoya y me da ánimos para seguir escribiendo. ¡Gracias de corazón! Os deseo lo mejor del mundo para el año 2017 y que estas navidades disfrutéis al máximo con vuestros seres queridos. ¡Muchas gracias a todos/as y hasta el año que viene!

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