Egoísmo equilibrado
“El ser humano es egoísta por naturaleza”. Así definía el inglés
Thomas Hobbes a la naturaleza humana. Comparto totalmente esta afirmación, pero yo la matizaría aun más: “todos
los seres vivos somos egoístas por naturaleza”. Nos sigue pasando algo muy
peculiar y es que seguimos sin entender, por puro egocentrismo, que somos un
animal más en el planeta tierra. Sí, el único animal en la faz de la tierra que
es capaz de cuestionar su propia existencia. Pero aun así, pese a nuestra inteligencia y evolución con respecto al resto de seres vivos, seguimos dejando que nuestros instintos más primarios sean los que sigan llevando la voz cantante y el egoísmo es uno de
ellos.
Ser egoísta es una herramienta
básica de supervivencia y os ilustraré para que lo entendáis. Imaginaos que estáis
tumbados en vuestro cómodo sofá después de almorzar y ponéis La Dos de TVE, para
escuchar la voz tranquila y pausada del locutor de los típicos documentales de
animales, y así pillar mejor el sueño de la siesta. Pero mientras pilláis
bien la postura y esperáis a que os pique el gusanillo del sueño, por un
instante en vuestra vida, prestáis atención a lo que está ocurriendo en la
pantalla. De repente un plano aéreo de la selva africana nos muestra a una
manada de cebras comiendo tranquilamente. Es entonces cuando aparece en un
primer plano una leona agazapada entre la maleza; esperando la oportunidad de
pillar a una cebra desprevenida que le sirva de almuerzo. En menos de lo que
dura un parpadeo, la leona se abalanza sobre la manada a toda velocidad mientras las cebras entran en pánico y se disgregan por la llanura de
la selva abalanzándose, hacia ninguna parte en particular, a toda velocidad; luchando por sus pobres vidas.
Probablemente, a estas alturas, el espectador medio se habría quedado frito repantigado en su sofá, pero quien no lo haya hecho y, si es un poquito observador, se dará cuenta de una pequeña particularidad. ¿Habéis visto alguna vez a una cebra atacar a un león para evitar que su desafortunada amiga acabe engullida por la prominente mandíbula del felino? Sería un acto desinteresado y altruista, en el que la cebra antepondría su propia vida a la de su compañera para salvarla. Nunca veréis que una cebra haga algo así, probablemente, porque el instinto de una cebra y de cualquier animal es luchar por su vida. Intentar sobrevivir para que su especie no se extinga y la cadena alimenticia siga en equilibrio. Cualquier ser vivo está diseñado para lograr sobrevivir y ese es su principal cometido en la vida.
Probablemente, a estas alturas, el espectador medio se habría quedado frito repantigado en su sofá, pero quien no lo haya hecho y, si es un poquito observador, se dará cuenta de una pequeña particularidad. ¿Habéis visto alguna vez a una cebra atacar a un león para evitar que su desafortunada amiga acabe engullida por la prominente mandíbula del felino? Sería un acto desinteresado y altruista, en el que la cebra antepondría su propia vida a la de su compañera para salvarla. Nunca veréis que una cebra haga algo así, probablemente, porque el instinto de una cebra y de cualquier animal es luchar por su vida. Intentar sobrevivir para que su especie no se extinga y la cadena alimenticia siga en equilibrio. Cualquier ser vivo está diseñado para lograr sobrevivir y ese es su principal cometido en la vida.
El yin y el yang; el bien y el
mal; la salud y la enfermedad; el día y la noche… Todo en esta vida se basa en
mantener un equilibrio y nosotros los humanos, somos un elemento
desequilibrante atroz. Porque lo que nos diferencia de una cebra o cualquier
otro animal, es el entendimiento de nuestra propia existencia. Creemos estar
por encima de la naturaleza por ser conscientes de que existimos en ella, pero
no nos damos cuenta de que somos las marionetas de nuestro propio ADN… de
nuestro propio instinto animal. Si tú vas por la calle y ves a alguien pegando
a otra persona y tienes un poquito de sangre por las venas, lo normal es que
intentes ayudar a la otra persona de forma desinteresada, aunque tú mismo te
puedas llevar un palo. Un animal no suele actuar de forma desinteresada en plena naturaleza. Sin embargo, el
resto de animales mata para sobrevivir mientras que nosotros los humanos a
veces matamos por placer. Es aquí donde quiero llegar, rompemos el equilibro siendo
conscientes de ello.
El poder corrompe a todos los seres vivos, por un instinto también primario. Por esa necesidad imperiosa de que nada ni nadie, podrá hacernos daño y nuestra supervivencia no correrá peligro. No obstante esa necesidad o sensación de superioridad, en manos de un humano, se acaba convirtiendo en... ¿egocentrismo lo llaman?
El poder corrompe a todos los seres vivos, por un instinto también primario. Por esa necesidad imperiosa de que nada ni nadie, podrá hacernos daño y nuestra supervivencia no correrá peligro. No obstante esa necesidad o sensación de superioridad, en manos de un humano, se acaba convirtiendo en... ¿egocentrismo lo llaman?
El egocentrismo y el egoísmo van
muy cogidos de la mano. No obstante, son conceptos distintos, con la particularidad
de que los dos, en manos de alguien que cree conocerlos y hasta dominarlos,
puede ser un arma letal... Para el ser humano, desde luego, lo es. Somos egocéntricos porque
creemos estar por encima de todas las cosas pero, sin embargo, seguimos
guiándonos por nuestros instintos más primarios como lo hace un pez. ¿Qué nos
diferencia a los humanos del resto de los animales? Que tenemos un poder que no
sabemos usar, pero que creemos conocer.
Paradójicamente, que nuestro egoísmo
siga tan acentuado pese a vivir en sociedades “avanzadas”, donde intentamos
convivir con los demás, implantando una serie de leyes a obedecer para mantener
un orden y poder desarrollarnos como comunidad, ser egoísta es como cavar tu
propia tumba. De hecho la estamos cavando. Tan solo hay que poner un día el
telediario para darte cuenta de ello. Lo que guía nuestras vidas, lo queráis ver
o no, es nuestro instinto de supervivencia. Sobrevivir, ese es nuestro cometido y ese instinto tan primario en un homínido que cree controlar su
propia vida, por ser más inteligente que el resto de las especies animales, es
un arma peligrosa.
¡No somos una civilización
avanzada! Lo he dicho muchas veces en este blog. Creemos convivir en armonía con
los demás, pero cerramos las puertas por la noche para irnos a dormir. ¡Es así!
Nos guiamos por nuestros instintos, por el miedo a que otro pueda hacernos daño. Tenemos un poder muy
grande en nuestras manos, un poder que no sabemos controlar y la única manera
de, al menos, evitar que se desboque es limitándonos a nosotros mismos a
controlar nuestros instintos más primarios. Por este motivo ser egoísta viviendo en sociedad, no es una opción. Debo pensar en los demás y no solo en mí, porque en una comunidad, lo que haga yo, va a afectar al resto de las personas.
Al vivir en sociedad, las consecuencias de mis actos no las estoy pagando solo yo, sino también los demás. Sé que no puedo ir a doscientos kilómetros por la carretera porque aunque me apetezca o me haga feliz, sé que si me pego un piñazo lo peor no va a ser que yo me mate, sino que le haga daño a otra persona que no tiene la culpa de que yo sea, aparte de egoísta, un gilipollas.
Al vivir en sociedad, las consecuencias de mis actos no las estoy pagando solo yo, sino también los demás. Sé que no puedo ir a doscientos kilómetros por la carretera porque aunque me apetezca o me haga feliz, sé que si me pego un piñazo lo peor no va a ser que yo me mate, sino que le haga daño a otra persona que no tiene la culpa de que yo sea, aparte de egoísta, un gilipollas.
No somos conscientes de hasta qué
punto influye nuestras acciones en los demás y viceversa. Por ejemplo, si yo
voy a trabajar es por mi deseo “egoísta” de poder comer y sobrevivir. Sin
embargo, en nuestra sociedad capitalista no solo trabajamos para comer,
trabajamos para pagar la seguridad social, las escuelas, los hospitales, a los
funcionarios, a TVE… No trabajamos solo para nosotros, trabajamos para la
sociedad y este concepto es algo que la mayoría de la gente no entiende. Sin
embargo, ¿por qué no funciona la sociedad capitalista tampoco? Porque siempre
habrá muchos que por propio deseo egoísta quieran ganar más que los demás, aunque
eso suponga robarle a los demás. Esa es la realidad, nunca crearemos, en ningún
estado del mundo, un sistema político y económico ideal porque
el ser humano no es ideal. Seguimos guiándonos por nuestros instintos más
primarios; seguimos siendo las marionetas de la naturaleza; seguimos siendo nuestras propias marionetas...
Hacemos daño por placer, porque
es "divertido" y a algunas personas eso les hace sentir felicidad... la felicidad es
en sí un deseo egoísta. Pero yo soy de
las que piensa que se puede ser feliz, sin hacerle daño a los demás. Es
complicado, pero no imposible. A fin de cuentas hacerle daño a alguien acabara
haciéndote daño a ti. Ahí demostramos lo absurdamente idiotas que somos.
Queremos ser egoístas porque así nos sentiremos más felices, cuando lo único
que conseguimos es el efecto contrario. ¿No os parece paradójico?
Eso de “barrer de puertas para adentro” no sirve para nada, porque tú un buen día puedes salir y barrer tu parte de la calle dejándola impoluta, mientras que la del vecino de enfrente sigue llena de hojas y polvo; pero cuando una bocanada de aire llegue y esparza de nuevo todas las hojas, no habrá servido de nada que hayas barrido tú parte de la calle. Sin embargo, si le hubieses hecho el favor a tu vecino, a la mañana siguiente no tendrías que ponerte otra vez a barrerla. Acabaría ensuciándose otra vez, tarde o temprano, pero tardaría mucho más en hacerlo. Y algunos pensareis: claro, pero si yo le barro todos los días la calle al vecino de enfrente me va a tomar por tonto y va a querer que lo haga yo siempre. Probablemente acabaría ocurriendo así o quizá el vecino a la mañana siguiente como agradecimiento barrería la calle, esta vez por ti. En eso consiste convivir, ¿no? En dar y recibir, el yin y el yang… En definitiva, el equilibrio.
Eso de “barrer de puertas para adentro” no sirve para nada, porque tú un buen día puedes salir y barrer tu parte de la calle dejándola impoluta, mientras que la del vecino de enfrente sigue llena de hojas y polvo; pero cuando una bocanada de aire llegue y esparza de nuevo todas las hojas, no habrá servido de nada que hayas barrido tú parte de la calle. Sin embargo, si le hubieses hecho el favor a tu vecino, a la mañana siguiente no tendrías que ponerte otra vez a barrerla. Acabaría ensuciándose otra vez, tarde o temprano, pero tardaría mucho más en hacerlo. Y algunos pensareis: claro, pero si yo le barro todos los días la calle al vecino de enfrente me va a tomar por tonto y va a querer que lo haga yo siempre. Probablemente acabaría ocurriendo así o quizá el vecino a la mañana siguiente como agradecimiento barrería la calle, esta vez por ti. En eso consiste convivir, ¿no? En dar y recibir, el yin y el yang… En definitiva, el equilibrio.
Esto que yo llamo equilibrio hay
personas que lo llaman karma, es decir, si tú le haces daño a otra persona eso
te va a acabar afectando negativamente a corto, medio o largo plazo. Porque insisto,
al vivir en sociedad, y más aun en una sociedad globalizada como la nuestra, lo
que le ocurra a los demás nos va a acabar afectando a nosotros
irremediablemente. Al final, resulta, que ni siquiera somos capaces de ser egoístas
porque si de verdad lo fuéramos, pensaríamos un poquito más en los demás. No nos
damos cuenta de que da igual cuanto consigas en tu vida, si todos al final
vamos a acabar en el mismo sitio: el cementerio.
Creo que lo más lógico, es vivir tu vida y dejar vivir a los demás. Haz todo lo que quieras hacer sin que ello conlleve hacerle daño al resto y cuando llegue tu hora, poder mirar atrás y decir simplemente: he sido feliz. He hecho todo lo que necesitaba y quería hacer y es hora de marcharme, punto. A fin de cuentas, el dinero y todos los objetos materiales que poseamos es lo que menos vamos a valorar llegado ese momento.
Creo que lo más lógico, es vivir tu vida y dejar vivir a los demás. Haz todo lo que quieras hacer sin que ello conlleve hacerle daño al resto y cuando llegue tu hora, poder mirar atrás y decir simplemente: he sido feliz. He hecho todo lo que necesitaba y quería hacer y es hora de marcharme, punto. A fin de cuentas, el dinero y todos los objetos materiales que poseamos es lo que menos vamos a valorar llegado ese momento.
Ser egoísta te hace ser infeliz,
pero no serlo también. Por ese motivo, he creado un nuevo concepto: “el egoísmo
equilibrado”. ¿En qué consiste? En pensar en ti pero también en los demás… No
parece complicado, ¿no? Después de todo, eso de vivir en una sociedad o vivir
en pareja o vivir en familia consiste en eso, ¿no? En compartir, en dar, en
solidarizarse, en empatizar, en recibir, en querer, en quererse… En ser feliz
por egoísta que sea, pero haciendo felices también a los demás… Y si no te
interesa eso de querer hacer felices a los demás, pues te vas al monte, te pones
un taparrabos, vives en una cueva y te pones a cazar jabalíes… Así veras como
puedes hacer lo que quieras, sin preocuparte de otra cosa que no sea tu propia
supervivencia.
Comentarios
Publicar un comentario