Si no piensas como yo, entonces es que no tienes ni idea

Poder acceder a la educación y hacer uso de la libertad de expresión sigue siendo un privilegio. Un privilegio que muchos se empeñan en arrebatarnos. Y es que todo el mundo debería ser libre de poder expresar su opinión  siempre y cuando no se intente atacar o agredir a los demás con ella . Las personas somos en general muy egocéntricas y siempre intentamos imponer nuestra opinión, nuestras creencias o ideas ante la de los demás. De ahí el surgimiento de las dictaduras que han asolado el mundo y siguen asolándolo. Todas surgidas por una o varias personas que intentan imponer su pensamiento ante el resto.

¡Todos lo hacemos! Todos queremos irremediablemente encontrar a alguien que piense como nosotros, que comparta nuestras aficiones, nuestros gustos y nuestra manera de ser. Buscamos siempre a nuestros semejantes, quizá para no sentirnos tan solos. Por ello el ser humano siempre ha repudiado todo aquello que es distinto o diferente. Todo aquello que se sale de los cánones de lo normal, de lo afín a la mayoría de nosotros.

Necesitamos sentir que encajamos en algún sitio. Esa sensación que empieza a surgir en plena adolescencia donde todos somos capaces incluso de cambiar, con tal de sentirnos integrados en un grupo. Un grupo donde siempre hay un líder que marca unas pautas a seguir, mientras los demás las siguen sin pestañear. Ese líder impone y los demás obedecen. Porque siempre habrá gente que por miedo a no encajar, esté dispuesta a hacer suyas las ideas que son impuestas por otros.

En el fondo muchos somos como pequeños dictadores que intentamos convencer a la mayoría de que nuestra opinión es la correcta. Y lo cierto es que no hay una verdad absoluta. Ni tampoco hay nadie que piense, actué y sea exactamente igual a nosotros. Cada persona es diferente y tiene una opinión formada a base de lo que ha vivido, ha oído y ha visto. Eso es precisamente lo bonito de esta vida que pese a nuestras similitudes, todos somos diferentes. Todo el mundo puede pensar, tener una opinión propia y debería poder expresarla libremente, sin que nadie te coaccione o te limite a pensar de manera distinta.

El poder hablar con libertad te permite también poder debatir. Lo gratificante de poder debatir con una persona, es que puedes expresar lo que piensas y quizá incluso aprender de lo que la otra persona te pueda aportar. Escuchar otra voz que no sea la tuya propia, puede expandir las fronteras de lo que tú conoces. Por este motivo me cuesta tanto comprender a aquellas personas que se niegan a escuchar a los demás o que creen que su opinión es más valida que la del resto.

Me gustaría creer que existe una verdad absoluta. Quizá así las cosas serían más fáciles, pero en el fondo todo depende de la perspectiva desde la que lo mires. Una persona que está subida en lo alto de un edificio, no verá ni sentirá las cosas de la misma manera que la que observa el edificio desde abajo. Quizá estén en el mismo lugar y en el mismo momento, pero la percepción de ambos en ese instante es totalmente distinta. Por ese motivo me gustaría que todos nos pusiésemos como meta el ser un poquito más respetuosos con los demás y hacer un pequeño esfuerzo por intentar escuchar.  Si todos lo hiciéramos, probablemente llegaríamos a aprender mucho más y a ver las cosas de una forma muchos más sana.

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