Príncipes y princesas: El cuento de nunca acabar

Un cuento es una narración breve protagonizada normalmente por varios personajes, con una narrativa sencilla y fácil de entender. Los cuentos son aptos para todo el mundo pero por su temática suelen estar enfocados a un público infantil. Este tipo de relatos suelen ser contados a los más pequeños para lograr transmitirles valores de forma amena y sencilla, mientras se consigue también estimular su imaginación.

Todos hemos crecido escuchando o leyendo los cuentos de los hermanos Grimm. Estos cuentos fueron recopilados en un libro que se llamaría Cuentos para la Infancia y el Hogar, publicado en dos volúmenes entre 1812 y 1815, hace ya más de 200 años. Aunque cuando más fama y popularidad adquirieron fue con sus correspondientes adaptaciones al cine de animación por parte de Walt Disney.

Lo cierto es que 200 años después, los niños y niñas de prácticamente todo el planeta siguen creciendo con estos cuentos. Como si en 200 años nada hubiese cambiado, como si el papel de la mujer siguiese siendo el mismo que en aquella época o como si los valores que se les intentaba transmitir a los niños en aquel entonces, fuesen iguales a los actuales. Están desfasados y ejercen un efecto totalmente contradictorio al que realmente deberían de realizar, especialmente cuentos como la Cenicienta, Blancanieves o la Bella Durmiente. Curiosamente tres cuentos protagonizados por una mujer, pero cuyo papel es el de ser la víctima de un oscuro y diabólico hechizo que le obliga a esperar pacientemente a que venga su príncipe amado a rescatarla. Príncipe, por cierto, con un flamante caballo blanco, unos brillantes ojos azules, valeroso y siempre dispuesto a dar la vida por ella aunque apenas la conoce.

Es simplemente patético y esto no lo digo yo, lo dice la niña que algún día fui y a la que no le gustaban para nada estos cuentos. No entendía – rara que era yo  porqué la princesa no hacía nada, mientras que el príncipe se llevaba todo el protagonismo. Me parecía aburrido porque no me sentía identificada con la mujer “protagonista”. Hoy en día, con unos cuantos años más a mis espaldas, me parece alarmante que aún estos cuentos se sigan transmitiendo de padre a hijo; tal y como se concibieron hace más de 200 años. Porque con ellos lo único que estamos consiguiendo es seguir fomentando la desigualdad entre hombres y mujeres y, por supuesto, fomentar la violencia de género. Escuchar de boca de muchas niñas, hoy en día, que cuando sean mayores quieren ser princesas para encontrar a su príncipe azul, poder casarse y tener hijos es algo que me pone enferma. No quieren ser doctoras, ingenieras, maestras… Quieren ser princesas, encontrar a su  príncipe azul y ser "felices y comer perdices"

Es lógico que unas niñas de tan corta edad crean que la vida es como un cuento de hadas. Sin embargo, el verdadero problema llega cuando esas niñas crecen y continúan creyendo en la existencia de los príncipes azules. Son niñas y niños que merecen tener una infancia, en la que se les fomente la imaginación y su creatividad… Pero no, en lugar de ello, les inculcamos qué pueden ser, qué no pueden ser, cómo se deben de comportar y cuál es su papel en la vida. El de los niños ser el machote que siempre salva a la princesa. El de las niñas ser la princesa compasiva y paciente que espera a ser salvada por su príncipe azul.

Después esos niños crecen y creen que eso es lo que van a encontrar en sus vidas. Hombres que exigen que la mujer sea sumisa y complazca todas sus órdenes sin rechistar. Mujeres que buscan un hombre que tome las riendas de sus vidas, sacrificando su propia libertad y olvidándose de lo que significa el amor propio. Entregándose a un hombre, que les exigirá darlo todo a cambio de nada.

Vivimos en una sociedad en la que parece que no aprendemos, ni queremos aprender. La violencia de género está ahí y la sufren tanto hombres como mujeres. Pero le damos menos importancia a los maltratos sufridos por los hombres a manos de su pareja, porque estadísticamente se dan menos casos al año. Al parecer, son más importantes las tablas estadísticas que las personas. NUNCA debemos dar la espalda ante un posible maltrato, provenga de donde provenga.

Pongamos todos nuestro granito de arena. Evitemos que los niños y niñas sigan creciendo con cuentos que no les hacen ningún bien. Porque solo conseguimos limitar a los niños, hacerles creer que solo tienen un papel que interpretar cuando son ellos los que deben elegir qué papel quieren representar en sus vidas. Eso es lo que representa madurar: tomar las riendas de lo que deseas hacer y lo que quieres ser. No es fácil tomar las riendas de una vida que a veces parece un toro desbocado que debemos de domar a base de sufrir cornadas y heridas. Pero en eso consiste la libertad, en ser libre de tomar tus propias decisiones aunque te equivoques y te caigas. Enseñémosles a los niños a ser libres, para que aprendan a tomar sus propias decisiones y logren así encontrar su camino en la vida. 

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