El camino hacia la felicidad

Se comenta por ahí que para lograr la felicidad solo se necesita tener salud, dinero y amor. Particularmente me hace mucha gracia la obsesión del ser humano por “sintetizarlo” todo, porque es  muy difícil saber qué es exactamente la felicidad. Probablemente para cada persona será un sentimiento, emoción o sensación distinta. Por tanto no me parece acertado el afirmar de forma tan rotunda y absoluta qué es la felicidad.

La mayoría de las personas cuando piensan en la felicidad se visualizan a ellos mismos ricos, famosos, con una pareja perfecta y unos hijos modélicos. Creemos que el dinero da la felicidad. Desde que somos bien pequeños nos instan a que consigamos un buen empleo para lograr así amasar dinero y tener de esta manera una vida de ensueño. De hecho la sociedad nos manipula para que no sigamos nuestros sueños porque no se vive de ellos, ¿verdad?

Lo siento, pero el dinero no da la felicidad. Ayuda a tener una vida mejor y contribuye a que tengamos un mayor bienestar. Sin embargo, el luchar por un sueño es duro, difícil y muchas veces parece imposible lograrlo. Pero incluso aunque no lleguéis a cumplirlo, el luchar por ello os otorgara una satisfacción personal que el dinero no puede comprar. ¿Es eso felicidad? Probablemente sea lo más cercano a alcanzar una pequeña parte de lo que nosotros denominamos felicidad.

Hace mucho tiempo conocí a una mujer muy sabia. De marcadas arrugas, el tiempo parecía no haber pasado factura a su lucida mente. Hallé en ella quizá a una de las personas más bondadosas y cariñosas que he tenido el placer de conocer. Pero también, al mismo tiempo, a una de las personas más extrañas. No me malinterpretéis, pero a veces las personas más maravillosas del mundo son al mismo tiempo las mas misteriosas o diferentes. Son esas diferencias las que logran hacerlos ser tan especiales.

Durante muchas de las largas charlas que he tenido con ella, siempre me ha llamado muchísimo la atención su optimismo. Ha sido una mujer que ha pasado por momentos muy duros a lo largo de su vida. Nunca ha tenido mucho dinero, ahora no tiene salud y, pese a que hay mucha gente que la quiere y la valora, las personas más importantes para ella no le ofrecen el cariño que ella merece.  A lo largo de su vida ha tenido momentos de completa infelicidad. Pero lo más sorprendente de ella es el optimismo con el que ha logrado enfrentarse a todas esas situaciones.

Hoy os cuento su historia porque en más de una ocasión ella misma me ha afirmado que si tuviera que elegir entre dinero, salud o amor, siempre se quedaría con el amor. No os voy a mentir, esta afirmación siempre me ha hecho pensar. Si tuviera que elegir entre las tres supongo que yo y la gran mayoría elegiríamos la salud. ¿Entonces porque una mujer con más de ochenta años a sus espaldas y que porta dos bastones para poder “medio” andar, prefiere el amor? ¿Realmente el amor es la clave para hallar la felicidad? Pero, ¿qué es el amor?

Sinceramente me considero incapaz de describir lo que es el amor. Normalmente cuando la gente habla sobre el amor siempre lo extrapola al amor romántico. Sin embargo, el amor abarca mucho más. Desde el amor que sentimos por nuestros familiares, amigos y conocidos o incluso el amor que sentimos sobre aquello que nos apasiona. De hecho el ser humano sería incapaz de crear si no fuésemos capaces de sentir, de amar…

Dicen que el sentimiento de éxtasis que sentimos cuando amamos algo es tan solo una reacción química, que se genera en nuestro cerebro. Pero curiosamente esa “reacción química” es, en la mayoría de ocasiones, nuestra razón de ser. Desde que somos bien pequeñitos lo único que de verdad les pedimos a nuestros progenitores es cariño. Una sonrisa, un beso, un abrazo o unas palabras de consuelo en un día difícil, muchas veces hacen que veamos las cosas con otra perspectiva.

Día a día veo las frustraciones de otras personas y me doy cuenta de que se resolverían de forma mucho más fácil si fuésemos un poco más “sencillos”. Sencillos en el sentido de que, normalmente, vemos más natural el ver una discusión o una riña, que demostrar públicamente que queremos a alguien. ¿Nos da vergüenza mostrar lo que sentimos? Yo creo que sí, porque de otro modo no vería lógico que, llegados a cierta edad, no seamos capaces de ir agarrados de la mano de nuestros padres porque ¡eh, es que yo ya soy muy mayor para esas cosas! Probablemente cuando ellos ya no estén, nos arrepentiremos toda la vida de no haberlo hecho siempre.

Las mejores creaciones del ser humano han surgido de nuestra capacidad de sentir y amar. Lo veo cada día cuando escucho una canción que me emociona; lo veo cuando leo una novela y se me eriza la piel. Y está claro que no siempre podemos ser felices o no estar tristes. Es fundamental experimentar todo tipo de sensaciones en nuestra vida. No obstante, nunca debemos regocijarnos en las negativas. Siempre hay más motivos para esbozar una sonrisa que para fruncir el ceño.

Y si de verdad no tenéis ningún motivo por el que sonreír, entonces crearos mil y un motivos para hacerlo. Porque nuestro cerebro es tal y como nosotros queramos que sea. Si solo sois capaces de ver el lado negativo de las cosas y obviar el positivo, siempre estaréis sumergidos en las sombras. Por tanto si os caéis no lloréis por haberos caído, reíros a mandíbula batiente y levantaos. Probablemente el dolor pasara mucho más rápido de esta manera que si le prestáis más importancia de la que realmente merece.

No os engañéis, la felicidad absoluta no existe pero hay muchas maneras de ganar bienestar. Tanto en nuestro día a día como con los demás. La fórmula para lograr ese bienestar está en cada uno de nosotros y en cambiar nuestra manera de ver las cosas. Valorad lo que tenéis y conservadlo. Todo siempre se puede mejorar, pero no os obsesionéis con ello… Porque si lo hacéis, probablemente nunca lograreis ser felices o sentiros bien con vosotros mismos y con los demás. Ya que la felicidad no se puede ganar. La felicidad siempre está ahí, escondida, y tan solo depende de nosotros el lograr hallarla.

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