La confianza da asco
“La confianza
da asco”. Odio esta frase con toda mi alma, pero no puedo negar que en parte
es cierta. Normalmente cuando conocemos bien a una persona solemos tomarnos
algunas libertades, que no siempre agradan. Solemos ser más sinceros y decir
las cosas a la cara, muchas veces sin tener en cuenta cómo se sentirá la
persona a la que se lo estamos diciendo.
Si tenéis
pareja y encima vivís con ella, creo que lo entenderéis mejor que nadie. Cuando
dos personas se conocen y empiezan a flirtear todo es bonito, fantástico y
maravilloso – love is in the air –. Pero conforme pasa el tiempo, cada vez hay más
confianza y eso ocasiona que nos acomodemos porque pensamos que lo tenemos todo
hecho – que no tenemos que seguir conquistando a nuestra pareja, por decirlo de
alguna manera –.
Con la familia
pasa un poco lo mismo. Si tu madre ha sido la responsable, durante mucho tiempo, de cambiarte los pañales y educarte para ser una persona decente, no va a tener
ninguna clase de tapujos en decirte que un vestido te queda fatal; aunque a ti
te guste. Y con los hermanos ya ni hablamos. Porque si de verdad queréis saber
una opinión sin censuras, sobre algo que estéis haciendo con toda la ilusión
del mundo, preguntadle a vuestro hermano/a. Lo más probable es que no le den la
mayor importancia y te digan directamente que es una basura.
Pero, pese a
todo, casi que prefiero esa sinceridad, muchas veces desmesurada y absurda, a la hipocresía
barata y la falsedad que se cuece cuando no conoces a alguien. En este caso
normalmente te van a decir que todo lo que haces es fantástico y maravilloso. Hay
otro refrán que dice: “Quien bien te quiere te hará llorar”. En cierta medida
es una frase muy real porque si quieres a alguien de verdad, creo que lo más coherente es
hablarle con sinceridad; aunque le duela. De esta manera podrá aprender de sus errores
y mejorar, pero es imposible mejorar si no paran de mentirte para quedar bien
contigo.
Aunque por
supuesto hay maneras y maneras de decir las cosas. Por eso nunca entenderé a
aquellos que intentan ser honestos contigo pero a lo bestia, es decir,
recurriendo a los insultos. Creo que la mejor manera de ser sincero u honesto
es diciendo lo que piensas pero de tal manera que la persona receptora del mensaje comprenda qué es exactamente lo que
debe mejorar. Si recurres al insulto o simplemente a hacer daño, lo único
que conseguirás es que esa persona no escuche nada de lo que le digas, te mande
a tomar por saco o le hagas daño de verdad.
Si eres de
pueblo, además, conocerás a otra vertiente de hipocresía barata. Sí, esos
individuos que creen tener cierta confianza contigo simplemente por haber
crecido en el mismo pueblo o ser vecinos. Esos que te preguntan qué tal te va
todo, con una sonrisa, pero que en el fondo están pesando: ojalá te pudras. En
estos casos son gente que se toma ciertas confianzas, cuando no deberían
hacerlo. Lo cual se podría traducir en un nuevo refrán: “Que se tomen cierta confianza contigo, sin conocerte, da asco”.
En definitiva, por mucho que me repatee reconocerlo, la confianza – a veces – da asco. Sin embargo, no tener confianza da aún más asco. Cuando hay confianza podemos ser nosotros mismos. No
tenemos que andarnos con filigranas, ni aparentar lo que no somos para
impresionar. Podemos reírnos, actuar con naturalidad y hacer burrerías sin que
nos miren mal. Y eso siempre es divertido y de lo más sano. No se gana
nada con las fachadas y gracias a la confianza – si logramos seguir renovándola y
conservándola – seremos siempre más felices con nosotros mismos y con nuestros seres más queridos.
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