Puente: La Generación de las Promesas Incumplidas
Cuando hace tres años comencé a escribir en Terebi Magazine, no me imaginé que me
proporcionaría tantas alegrías. Me involucré con el proyecto sin saber muy bien
qué iba a suceder porque era un medio que acababa de nacer. Yo colaboré en la
redacción de sus primeros textos, junto a un grupo de mujeres de diversas
partes de España. La plantilla de miembros que formamos Terebi ha ido cambiando
durante estos tres años. Sin embargo, algunas de nosotras llevamos ahí desde el
principio y hemos logrado crear un vínculo que jamás creí posible cuando me
embarqué en esta aventura.
Así fue como tuve la suerte de coincidir con Elena Cortés – pieldelibelula como suele llamarse
en sus redes sociales –. Con el paso del tiempo he conseguido conocerla un
poquito mejor y es de estas personas que calan hondo. La típica chica que
muchas veces pasa desapercibida y cuyo valor es incalculable. Alguien con el
que es un gustazo poder hablar por su forma de pensar, de ser y escuchar.
Por ese motivo el día que nos comentó, casi sin creérselo
mucho aún, que iba a publicar una novela no dudé ni un instante en ir a
comprarla. Sabía que en sus hojas iba a encontrar muchas de las reflexiones e
ideas que alguna vez, charlando con ella, había expresado en voz alta y, efectivamente,
no me equivoqué.
Puente es una obra que habla sobre una generación, concretamente, mi
generación. Todo ese grupo de niños y niñas nacidos entre los años ochenta
y noventa, cuyos sueños y aspiraciones se han visto frustrados por un sistema corrompido
del que, irremediablemente, no podemos escapar.
El libro comienza con la reunión de cinco antiguos amigos de
universidad, que deciden volver a quedar para pasar juntos un puente. El
problema es que ya hace mucho tiempo desde la última vez que coincidieron, así
que al principio la reunión acaba siendo un tanto incómoda.
Ya en las primeras páginas Elena nos habla de tú a tú, a través de sus personajes. ¿Cuántas
veces hemos dejado atrás a grandes amigos por dejadez o simple pereza? Solemos “abandonar”
a la gente porque es lo fácil. Preferimos poner excusas para no quedar o para
no involucrarnos emocionalmente con los demás porque suficientes problemas
tenemos como para sumar más. No queremos reparar en el pasado porque resulta
mucho más cómodo no afrontar, ni gestionar, los problemas que vayan
surgiendo con nuestros allegados.
De esta manera cuando Mónica, la protagonista de la historia,
comienza a narrar la incomodidad que se respira tras el reencuentro de los
cinco, no nos viene de nuevas ese sentimiento. Al igual que tampoco nos
sorprende que, en el fondo, entre ellos sigan existiendo múltiples cabos
sueltos que ninguno de ellos ha estado dispuesto a solventar hasta dicha
orquestada reunión.
«Puente es una obra cercana y sumamente certera, que
manifiesta a la perfección cómo es la vida de los jóvenes que rozamos ya la
treintena de edad.»
Durante la narración, además, vamos descubriendo como toda esa
dejadez es fruto de nuestras circunstancias y de la continua resignación con
nuestras vidas. Mónica no está nada satisfecha con su trabajo. Está
harta de tener que volver cada lunes a un puesto de trabajo que no le motiva. Pero
no le queda otra porque de no hacerlo no podrá pagar el alquiler del piso que
comparte junto a otras tres personas.
Conforme vamos pasando las hojas nos damos cuenta de que la
situación para el resto de sus amigos es muy similar. Alberto es un músico al
que le pagan cuatro duros por dar un bolo; Aitana una licenciada en física que
aspira a terminar el doctorado a costa de ser la eterna becada; Marta una
escritora cuyas historias quedan guardadas en un cajón porque ninguna editorial
se interesa por ellas… Este el día a día de cualquier joven
que quiera aspirar a ser algo y vivir de ello.
Mientras leía Puente los testimonios, cansancio y hastío de
los cinco protagonistas me han recordado inevitablemente a las continuas
charlas que he mantenido con cualquier amigo o conocido de mi edad. La continua
lucha por obtener una verdadera independencia económica, trabajando de algo que
nos llene y motive, en unas condiciones laborales dignas... ¿Estamos pidiendo
tanto?
Es la vida de toda una generación, que vive con el peso del sinfín
de promesas incumplidas que una vez nos prometieron. Al final, da igual
cuantos títulos tengas o cuan extenso sea tu curriculum porque tu destino no va
a ser el que la sociedad te prometió que obtendrías.
Lo maravilloso de la prosa de Elena es la forma tan cotidiana
de narrar sentimientos tan profundos en pos de ir desarrollando a sus personajes.
La forma de describir sus emociones, defectos, sueños y añoranzas para que el
lector finalmente se acabe encariñando de ellos. Elena consigue crear a 5
personajes creíbles y entrañables, cargados de multitud de matices que te hacen
querer saber más sobre ellos. Muestra, en su forma de escribir, cómo es capaz
de entender la psique humana y trasladar muchas de sus vivencias a través de
las palabras.
Siempre he manifestado que nuestras creaciones son un reflejo
de lo que somos y Puente es un perfecto reflejo de quién es Elena. Una
chica reflexiva y capaz, que no da por sentado nada y cuestiona todo lo que la
rodea. Un fiel reflejo de lo que considero que hace brillante a nuestra
generación: somos capaces de cuestionarlo todo.
«Puente es un espejo en el que es fácil reflejarse a través de sus cinco protagonistas.»
Muchas veces se nos acusa de tener la piel muy fina por
luchar por cuestiones como el lenguaje más inclusivo, el machismo, la
homofobia, la precariedad laboral y un sinfín de temas más. «Ya no se pueden hacer bromas porque todo ofende». Enmascaramos comportamientos deleznables y
cuestionables, inculcados por un sistema corrompido, salvaguardados por el “humor”.
Es el recurso fácil para no reconocer que, en el fondo, nosotros también formamos
parte del problema. En este sentido los “millennial” somos una generación de matrícula
de honor, pues hemos implantado la semilla de cuestionar las bases que rigen
nuestro lenguaje, cultura y conductas.
Nuestra sociedad está construida para el beneficio de solo
unos pocos, que viven en una zona privilegiada a costa del sufrimiento,
sumisión y trabajo del resto. Por eso se nos machaca tanto: no nos
conformamos con ser lo que otros quieren que seamos.
Por este motivo Puente para mí ha sido un puñetazo sobre
la mesa. Un alegato a una generación que no se conforma con ser un simple
eslabón más. Jóvenes que luchamos por hacernos un hueco en un mundo donde se
nos va a señalar, permanentemente, por querer ser nosotros mismos. Una
generación que no se resigna a que su vida sea solo un cúmulo de promesas
incumplidas.
Ahora que todos tenemos que permanecer en casa y disponemos
del tiempo suficiente para pensar y disfrutar de la lectura, no puedo hacer
otra cosa que no sea recomendaros Puente. Esta pequeña reseña son solo
cuatro pinceladas del contenido de un libro cargado de reivindicaciones, reflexiones
y sentimiento. La historia de Mónica y sus cuatro amigos nos grita que dejemos
de ser cobardes, apreciando el momento, para luchar por lo que
queremos y quienes queremos.
Puente es un canto a la vida.
Creo que nunca voy a poder agradecer lo suficiente tu capacidad para poner en palabras de tal manera lo que te ha producido "Puente". Leerte y verte me ha hecho sentir orgullosa de que el mensaje de la novela llegue a más personas y, sobre todo, de tener la suerte de tenerte en mi vida.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Vayo.